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SCMNEIUEB 1 G" 1854. i ^Ib= ^^^^^^^ M E M o R I \ SOBSB hiS =;í5^fe^ ANTIGÜEDADES NE0-GRAi\ADmA8 / MEM o RI \ SOBRE LAS MTIGÜEDADES NEO-GRANADINAS POR EZEqUIEL URIGOEGHEA. • 29 País do los Armas „ 29 VIII Su relijion p. 30 Sacerdotes i adoralorios » 30 Gobierno civil ,• 30 Descripción de los Armas i sus vestidos . i, 31 Industria, agricultura i comercio ,.32 Sus pueblos, casas i usos en la guerra «,32 Carácter i pasión antropófaga m 33 Capitulo sesto. Escultura en América. Consideraciones jenerales n 34 La Mejicana i Yucateca »» 35 La Peruana ,,36 La Boliviana i Cbilense ,36 La Neo - Granadina ,.36 Capitulo sétimo. Sobre los Tunjos de Oro. Procedencia „ 38 Descripción de la Lámina primera „ 39 La platería entre los Chibcbas „ 40 Análisis de los Tunjos „ 44 Si se conoció el Estaño entre los Chibcbas „ 45 Capitulo octavo. Uso de los Tunjos. Union de la escultura i de la relijion „ 46 Descripción de los ídolos „ 47 Sacrificios á los mismos *...... „ 47 Otros usos „ 48 Ceremonias en las ofrendas „ 48 Comparación acerca de la veneración del hombre ,> 49 Capitulo nono. Descripción de las Láminas restantes. Descripción de los Chibcbas i sus eramos „ 50 El arte del alfarero , „ 51 Descripción de la Lámina III „ 51 Descripción de la Lámina IV „ 51 Conclusión . „ 52 Notas „ 55 Apéndice „63 Bibliografía „ 74 Introducción. La civilización de un pueblo es, en los anales de su historia, la parle que mas nos interesa, especialmente si él no ha alcanzado aquel grado que nosotros creemos poseer, ó bien, si ayudado por sus talentos naturales, superándonos , nos dá un rayo de luz intelectual que nos guia i refleja siempre á quien le dejó. Mucha fué la conmoción que produjo el descubri- miento de América i grande el interés que umversalmente se tomó por este Continente i sus habitantes. Habian sinembargo llegado ya los Europeos á un grado tal de adelanto, que, al menos, la mayor parte de las naciones americanas ni aun habian soñado, i así fué, debido á esta inferioridad, que se descuidó mucho el estudio á fondo de estas jentes, dejándonos á los su- cesores, en las tinieblas, expuestos á encallar en nuestras investigaciones á solo hallar conjeturas i tal vez nunca solver bien la cuestión. La vida social, la privada, los ritos i cultos, el comercio, en una palabra, los usos i costumbres son los índices que nos marcan el grado de civilización intelectual i material de un pueblo. Un ajoi^ poder * 22 A este sitio se retiraba luego que pasaban las ceremonias do las cosechas, i cuando la llanura quedaba seca i asolada por el verano. Delitos i penas. El homicidio, el rapto i el incesto eran castigados con pena de muerte, pero al incestuoso encerraban ademas en un subter- ráneo con varias sabandijas venenosas hasta que moria do hambre i ator- mentado por los insectos i reptiles. Los sodomitas eran empalados con estacas agudas de macana. Al que no pagaba sus contribuciones ó deudas le mandaba el usaque un mensajero con un tigrillo pequeño ú otro animal semejante de los que criaban con este fín, el cual se ataba á la puerta del deudor i estaba obligado á mantenerlo así como ul guarda hasta que pagaba. £1 que mostraba cobardía en la guerra era condenado á vestirse de mujer i emplearse en los ministerios i oficios de tal, por el tiempo que se le señalabü. Los robos rateros i otras faltas se castigaban con azotes i á las mujeres con trasquilarlas, afrenta que sentian vivamente, pero que por haberse abusado de este castigo después del descubrimiento cesó de hacerles impresión. Cuando se sospechaba de adulterio una mujer se le hacia comer mucho ají ó pimiento; si confesaba le daban agua i luego la mataban. Si resistía aquel tormento por algunas horas, la desagraviaban i daban por inocente. Leyes suntuarias. Solo el zipa era llevado en andas por sus subdi- tos ó algún usaque á quien el zipa por señalados servicios en la guerra so- lia conceder este privilejio. Tfimbien era preciso licencia superior para poder llevar las narices i orejas horadadas i colgarse joyas, excepto los jeques i usaques á quienes se otorgaba el permiso al tiempo de darles posesión de sus oficios. • Solo por merced del zipa so podia comer carne de venado, excepto los usaques. Esta disposición consultaba la conservación de estos animales, que hoi están mui agotados i n)ui pronto desaparecerán totalmente de las planicies frías de la cordillera oriental. CAPITULO IV. ConAiiiuacioii de los anteriores. Usos diversos. Cuando alguno sohcitaba una doncella por esposa, mandaba á los padres una manta; si no se la devolvían á los ocho días, 23 enviaba otra, i considerándose entonces aceptado, se sentaba una noche en la puerta de la casa de la novia i daba á entender, aunque indirectamente, que allí estaba. Entonces se abría la puerta i salia la India con una to- tuma llena de chicha que probaba primero i le daba después á beber al pretendiente. Los matrímonios se celebraban por ante el jeque, i estando los dos contrayentes unidos por los brazos preguntaba el sacerdote á la mujer si preferiría el Bochica á su marido, este i\ sus hijos i si amaría mas á sus hijos que á sí misma, i si se abstendría de comer mi(^ntras que su marido estuviera hambríento. Luego dirijiéndose al marido le mandaba que dijese en alta voz que quería acjuella mujer por esposa, con lo cual se ter- minaba la ceremonia. Mas no se le impedía lener cuantas mujeres podía mantener, sobre todo si era usaque, aunque solo una era lejítima. Sinem- bargo los ritos matrhiioniales variaban mucho o,u los diversos pueblos de la nación Ghibcha. Luego que el z¡p;i moría, los jeques le sacaban los entrañas, i llena- ban las cavidades con resina derretida ; inlroduciíui después el cadáver en un grueso tronco de palma hueco, forrado de planchas de oro por dentro i por fuera, i lo llevaban secrctiimente á sepultar en un subterráneo que te- nían hecho desde el día mismo en (pie comenzaba á reinar, en parajes le- janos i ocultos. De todos los panteones mas ó menos suntuosos imajinados por la adulación para los soberanos, el de los zipas de Bogotá ha sido hasta hoi el único que no ha sido violado ])or la posteridad, por la sencilla razón de ignorarse donde se halla, á pesar de 1;ís exquisitas dilijencias que la codicia ha hecho por encontrar alguna de las tumbns. Con los cadáveres de los usaques i otros Indios principales, sepulta- ban en bóvedas á sus mujeres mas queridas, i á cierto numero de sirvien- tes á quienes se hacia tomar el zumo de una planta narcótica para privarlos del conocimiento, ademas ponian en la sepultura mantenimientos, joyas de oro. las armas i la chicha, bebida á que eran tan aficiona dos. i que se pre- paraba con maíz fermentado. Lloraban por seis días sus difuntos, i les ha- cían aniversarios. En estos tiempos repetían cantando tristemente la vida i acciones del tinado. Al común de las jentes se sepultaba también con sus alhajas, armas i mantenimientos, en los campos, sin ninguna señal exterior, cuidando solo do plantar un árbol encima para protejer el sepulcro, pero jamas desnudos, sino revestidos de sus mejores mantas. 7 Sinembargo mas auténticos que los cronistas se vén todavía túmulos ó montones de tierra i 24 f|iic servían de cementerios comunes i de donde se sacan huesos humanos, algunas joyuelas de oro, i cornamentas de venados, que prueban que los Indios eran sepultados también con sus trofeos de cacería ó por ventura con venados muertos como provisiones de viaje. Los mas considerables que se conocen son los del cerrillo del Santuario, cerca del puente Grande, á cua- tro leguas al occidente de Bogotá, i los cerrillos de Gáqueza, de donde una vez se extrajeron hasta veinticuatro mil ducados en oro. 8 En la provincia de Tunja se hallan, en cavernas, muchas momias bien conservadas, i algunas con mantas finas i pintadas á uiano como las que usaban los Indios prin- cipales ; todas están sentadas con los dedos pulgares atados junios, con tor- zales de hilo de algodón." Vestido de los Chibchas, Los habitantes de esta provincia eran mas políticos en los ojos de los cronistas, por ir todos vestidos, ya sea que esto provenía de su pudor natural ó como es casi cierto, del temple de su at- mósfera i la baja temperatura á que estaban expuestos, mientras que en los valles el andar desnudo era mas cómodo pues no aumentaba el vestido el excesivo calor (¡ue allí reina. En el cuerpo usaban una especie de sayo, á manera de túnica, que llegaba poco mas abajo de la rodilla i de ordinario era hecho de algodón, con el cual tejían muí bien sus lienzos. Los mas coamnes eran blancos, pero la jente ilustre ó aquellos que habían obtenido el permiso, usaban sus vestidos pintados con tintas negras i coloradas, fundando en esto su galardón i riqueza. De algodón hacian también unas mantas cua- dradas que les servían de capa. ^ En la cabeza usaban casquetes, por lo regular hechos de pieles de animales feroces, como osos, tigres ó leones, matizados con plumería de todos colores. Como aderezos tratan en la frente medias lunas de oro i plata, teniendo estas los cuernos para arriba. En los brazos se ponían brazaletes hechos de sartales de cuentas de piedra ó hueso i ademas adornos do oro en las narices i orejas. . Pero la mayor gala, siendo esto común á casi todos los habitantes de America, consistía en pintarse el cuerpo i rostro con achote [Bixa oy^eüana) i jagua, el primero dando un color rojo muí subido i la segunda uno negro, que al contrario del primero, es muí tenaz i dura por largo tiempo su mancha. Las mujeres usaban una manta cuadrada, llamada Chircate , i envolviéndose en ella la sostciiian atándola á la cintura con una faja ancha, que en su idioma se llama Chumbe ó Mame; sobre los hombros usaban otra manta pequeña que so llama Ljguh^a , i la prendían sobre el pecho con un alfiler grande de 25 oro ó plata llamado Topo , i cuya cabeza es como un cascabel , quedándo- les de esta manera descubiertos los pechos. Ellas también, como los hombres, usaban del achote i jagua como afeites, para pintarse. ^^ Tanto hombres como mujeres traian el pelo largo ; estos lo dividían por medio i lo dejaban crecer hasta los hombros, i ellas lo dejaban suelto i muí crecido, siendo su cuidado el tenerlo mui negro, para lo cual, si por naturaleza no lo era, usaban de varios medios que lo i)onen de este color, como lejías, i extractos de yerbas. y^Agriculim^a , itulusiria i comercio. Ya hemos dicho que los Chib- chas carecian de ganados, no conocían el hierro, i sus herramientas para el laboreo de la tierra eran de madera o de piedra, lo que necesariamente Hmitaba sus trabajos para sembrar i preparar la tierra á las estaciones llu- viosas, i por lo mismo miraban los años secos como la mayor calamidad que podia sobrevenirles. La patata, el maíz i la quinoa {chenopodium qui- noá) formaban el fondo principal de sus culturas. Aun se vén terrenos incultos hoi en la llanura de Bogotá, ó que solo sirven para crias de gana- dos, surcados por anchos camellones que son vestijios de antiguos cultivos de estos pueblos eminentemente agrícola?, i á quienes la fígura de la rana, como el emblema de la humedad, servia de base á su sistema de numera- ción i á su calendario. Cosechaban dos vezes al año las patatas i una vez el maíz en las tierras frías en donde estaba acumulada la mayor parte de la población. Respecto del cultivo de la quinoa, abandonado enteramente hoi, ningún detalle nos han trasmití Jo los cronistas. La semilla de esta planta es mui nutritiva, i es de creer que la comían en forma de i)uches ó gachas (masamorra) como los que preparaban con el maíz, sazonadas con sal, ají i yerbas odoríferas. En los valles calientes tenían ademas la yuca (jat^ofá^^ la arracacha en los terrenos templados, i algunas leguminosas, aunque no sabemos si empleaban la fécula del chocho blanco [liipinus, como los habitantes de Quito. Ignoramos si se servían, como los Mejicanos del dulce extraído de la caña de maiz, en defecto de la caña dulce, que fué traída del antiguo Continente, ó solo de la miel de las colmenas de abejas que son mui abundantes en el declive de la cordillera. El plátano mismo, tan abundante hoi en la Nueva Granada, que puede decirse sin exajeracion que aUmenta la mitad de su población, no se cultivaba ni era conocitlo en otra parte parte que en la provincia del Chocó; por lo menos no he visto mencionado este fruto en ninguna relación hasta el descubrimiento del Noa- 26 ñama en el cantón Novita, aunque ciertamente no pudo introducirse en América, de Europa ó de los puntos de África de donde se llevaron algu- nas plantas i en los cuales solo crece una especie; el camburí ó guineo {musa sapieniium) i nó nuestro plátano arton [musa paradisiaca). Mas, cl artículo mas importante de producción que les servia para los cambios i con el cual se proveían del oro i de otros productos de que carecían en su territorio, era la sal de Zipaquirá i Nemocon, que cuajaban en vasijas de barro, valiéndose de las abundantes fuentes saladas que bro- tan en estos sitios, en donde hoi se explota la sal gema. También tejían mantas de algodón, de cuyo hilado se ocupaban las mujeres en el tiempo quo no empleaban en las faenas domésticas. Los naturales de Guatavita eran celebrados por su habilidad en fabricar con cl oro que traían en polvo de las orillas del Magdalena ó de la extremidad setentrional de la provincia de Guane (Jirón etc.) figuras de lodos animales, engastes para los caracoles i conchas marinas que servían de copas de lujo en sus festines, i planchas delgadas para cinturones ó brazaletes. Los pintores de mantas que se lle- vaban á todos los mercados eran también Chibchas." Labraban también sobre piedras duras varias figuras en relieve, i según Acosta, esta es la única nación del nuevo Continente que se haya servido de monedas para sus cambios. La moneda consistía en ciertos tejuelos de oro fundidos en un molde normal , sin marca ni seña alguna. £1 valor era estimado por el grandor, pues carecían de peso, i los median aproximativamente encorvando el índice sobre la base del dedo pulgar, ó bien usando, cuando eran mas grandes, de ciertos cordeles de algodón que para el efecto tenían. De medidas de capacidad solo conocían la que servia para medir el maíz desgranado, que llamaban aba^ como á este grano, ,.Las medidas de lonjitud eran el palmo i el paso. La feria mas importante i concurrida de los Chibchas era en Coyaima, territorio de los Peíneos, llamados por los Españoles Yaporogos, del nombre de uno de sus caciques. Estos habitaban en ambas orillas del Magdalena desde la embocadura del rio Cuello hasta el de Neiva. Allá llevaban sal, esmeraldas, mantas pintadas, joyas de oro, i traían este metal en polvo, que sacaban aquel- los moradores en mucha abundancia de las oríHas de los riachuelos i quebradas, i aun zabullendo hasta el fondo de los rios. Traían los Chibchas de las ferias de los países calientes, mucha cantidad de guacamayas i loros, i luego qué aprendían algunas palabras los sacrificaban á sus dioses, creyendo que eran cl 27 mejor sustituto de los sacrificios humanos. Otra feria famosa se celebraba en los términos del cacique Zorocolá , en donde después se fundó el Puente Real sobre el rio llamado entonces Sarabita , d que concurrían los Chibchas del norte, los Agataes, Chipataes, i los industriosos Guanos, que se proveiají de sal, en cambio de oro i de mantas i tejidos de algodón de diversas ca- lidfides i colores. El punto central de esta feria era una enorme piedra aislada ó canto errático, que, quebrada posteriormente, rpsultó ser mineral de plata, de la cual se extrajeron como ochenta marcos, aunque no se ha podido hallar el criadero de este metal en las inmediaciones. Otra feria habia en Turmequé, cada tres dias, i en ella se veian fuera de los frutos comunes, gran cantidad de esmeraldas sacadas de So- roondoco, aunque vi\ tiempo del descubrimiento estaba ya bien agotada la mina. Ni los edificios ni los muebles do los Chibchas guardaban proporción €on las otras comodidades de que disfrutaban. Las casas eran de madera i barro i de techo cónico, adornadas de estera de esparto i junco, algunas bancas 1. barbacoas, puertas de cañas, tejidas con cuerdas i cerraduras de madera que todavía usan en algunos pueblos. Los fuertes cercados i vastos patios flanqueados de estas casas redondas que tenian la apariencia lejana de torres, dieron oríjen al nombre de valle de los Alcázares que Gonzalo Jimenes de Quesada dio á la explanada de Bogotá. El único jefe Chibcha que proyectó construir un templo de piedra fué Garanchacha, que usurpó los dominios del zaque pretendiendo ser hijo del sol concebido por una doncella de Gacheta. Esta dio á luz una huaca que se convirtió en criatura humana , la cual fué criada con veneración hasta que, ya hombre, mató al zaque de Hunsa i se sustituyó en su lugar. Este fabuloso Garanchacha pretendió, dicen, levantar un templo suntuoso al Sol su padre, i para ello mandó que se trajesen piedras i columnas labradas de los parajes mas distantes de sus dominios, aunque murió sin haberse comenzado la fábrica, i' No podemos terminar, sin decir algo mas respecto del personage misterioso que en tiempos remotos les sirvió de lejislador, i que veneraban, nó como á dios, pero como á hombre santo i bienhechor. Algunos lo con- funden con el Bochíca, pero los escritores mas antiguos lo distinguen, aun- que confiesan que era conocido con varios nombres: Nemterequeteba, Xue^ Ghínzapagua (ó enviado de Dios). Este anciano llegó, como hemos dicho, por el oriente ; traia una barba larga i la cabellera atada con una cinta, una 28 túnica sm cuello por vestido i un manto, anudadas al hombro las puntas; vestido que usaban todos los Chibchas al tiempo del descubrimiento , pues el poncho ó la ruana es invención peruana introducida después de la con- quista. Halló los pueblos en un estado vecino de barbarie, sin mas abrigo que el algodón en rama ligado con cuerdas, con el cual se cubrían, i sin idea de gobierno ni de jsociedad. Nemterequeteba comenzó sus predicacio- nes en Bosa, en donde hallaron los Españoles una costilla que veneraban los Indios como que pertenecía á un animal que este misionero habia traí- do. ^2 De Bosa pasó á Muequetá, Fontibon, i luego al pueblo de Gota, en donde era tal el concurso de jentes que venían á oírle, que fué preciso hacer un foso al rededor de una colina en donde predicaba é instruía á los pueblos, á fin de poderlo hacer con desahogo. No solo les enseñaba á hilar í tejer, sino que por donde quiera dejaba pintados con almagre los telares á fin de que no se olvidasen de su instrucción. Siguió luego hacia el norte í bajó á la provincia de Guane, en cuyos moradores halló las me- jores disposiciones para las artes. No solo enseñaba con su palabra, sino con su ejemplo, i su vida durante los largos años que pasó civilizando estos indíjenas fué un modelo de virtud. Últimamente desapareció en Sogamoso, dejando, como hemos dicho, un sucesor que continuara la instrucción i la guarda de las leyes i reglamentos que habia establecido con asentimiento jeneral, solamente por la fuerza de la persuasión i del ejemplo. Como prueba de la sabiduría i previsión de este lejislador quiero hacer mención de una regla que dejó establecida i que se cumplía todavía á la época del descubrimiento, es decir, catorce siglos después de su muerte según la tradición de los Chibchas. Dispuso que si las mujeres lejítimas de los usa- ques morían antes que ellos, podían prohibir á sus maridos todo acceso á cualquiera otra mujer por un período que no pasara de cinco años. De esta manera, los hombres se esmeraban en tener contentas á sus esposas de miedo de venganza postuma, i no pudiendo desarraigar el lejislador chibcha la poligamia, inventó este medio de protejer al sexo débil, medio que surtió los mejores efectos, aunque es justo decir que los Chibchas tra- taban bien á sus mujeres i cuidaban de los enfermos i de los ancianos.'* * * Pedro Simón, Tercera noticia, de la segunda parle de las noUcias historiales de tierra firme. [Vid. Kingsborough, Mexican Ant. Vol. VIH. p. 219 et seq.] — IHedrahita, Conquista del Nuevo Reyno de Granada Part. 1, Lib. I, Cap. II — IV — Joaquín Acosta, Compendio histórico del descubrimiento i colonización de la Nueva Granada. Cap. IX. 29 CAPITULO V. Etiiolojia de los Armas. Algunas pocas noticias añadiré acerca de olra nación cuyos restos artísticos representan las Láminas 111 i IV. La nación de que hablamos, el Arma, fué 'una de las muchas que habitaban el valle del Cauca. Como no hubo tantos viajes á este valle, al me- nos de los cuales se hayan escrito los acontecimientos , ni los autores hayan estudiado con tanta pausa como era debido las diversas naciones, tenemos que contentarnos coq una descripción mucho menos satisfactoria que la de los Chibchas, pues los datos que á cerca de estos últimos poseemos, perte- necen á los mejores retazos etnolojicos de América. Las costumbres de todas las naciones que habitaban el valle del Cauca eran tan parecidas, que bien podía reunirse en la de una gran familia la descripción de todas las que habitaban el valle desde Antioquia á Popayan. > He preferido sinembargo, hacer la narración de una sola, pues es la única (Jo la cual doi restos artísticos, reservando la ocasión para mas felices dias, en que no solo esta, sino todas las naciones primitivas de la Nueva Granada, contribuyan con sus restos artísticos á formar un honroso monumento arqueo- lójico, i den ocasión á una obra mas jeneral. Contentóme al presente con hacer conocer solo aquellas naciones cuyos restos artísticos representan las láminas que acompañan esta memoria, siguiendo con los Armas. La nación de este nombre habitaba, como ya dije, en el valle del Cauea , en la banda oriental del rio , i al nordeste de Supía. Por su ter- ritorio pasaba el rio del mismo nombre, que aun hoi retiene; el riachuelo Arma. La extensión de su provincia era diez leguas de lonjitud, seis la latitud i como diez i ocho en circuito, calculándosele una población de ve- inte mil almas. Estos terrenos i sus comarcanos son riquísimos en anti- güedades. Como lo eran también en oro, la mayor parte de estas eran del mismo metal i han sido fundidas; pocas de estas i de las de loza han te- nido aficionados de gusto que las conserven. Solo la sociedad Colombiana de minas, ha sacado desde 1826 inmensas cantidades de oro labrado, en- contrado por los habitantes en los sepulcros que frecuentísimamenle so des- cubrían. 30 La relijion de esta nación no fué estudiada con el fundamento debido i si viejos manuscritos no se sacan á luz, quedará tal vez siempre un se- creto insoluble, pues hoi en dia no están ya las naciones en un estado normal i propio para sacar del estudio de ellas, conclusiones mui exactas acerca de sus antepasados, habiendo sido ya mui contaminadas de la civi- lización. Sinembargo, que practicaban la idolatría es mui claro, pues en las casas de los caciques se encontraban, bien hileras de ídolos, quince hasta veinte en número, •puestos á la entrada, ó bien cuartos mui bien ade- rezados con estos sus dioses. Los ídolos eran regularmente hechos de ma- dera, de figura humana, i con caras disformes hechas de pera, sobre las calaveras de aquellos que habían muerto á sus manos. Aunque los histo- riadores no mencionan los ídolos de oro, las sepulturas que se han exea- vado han dado millones de estos en forma de diversas i bellas figurillas, que sin duda también servían para ofrendas. Los habitantes de Anserma, comarcanos de los Armas, tenían también en sus cercados tablas en las cuales esculpían figuras humanas ó de animales, las cuales adoraban í á quienes rogaban cuando llu\ia ó sol les hacia falta. Eran pues los dioses de la agricultura. Algunos pueblos, se supone, creían en la resurrección de los muer- ^tos on diferente forma, la creencia de los budhistas ó lamaístas, pero esto, parece mas bien conjetura que un hecho histórico. Los Armas tenían sus sacerdotes, por medio de los cuales hacían sus sacrificios i quienes, como entre los Ghibchas, eran los intérpretes entre los dioses i ofrendantes Aunque no se tiene noticia de habérseles hallado otro adoratorio que los cuartos de los caciques, me parece mqi probable que también los tuviesen separados, puesto que vivían en tribus ó pueblos esta- bles i arreglados; pero sabiendo la avidez que los Españoles tenian por el oro, supieron ocultárselos. Tenian incensarios de barro, en los cuales que- maban delante de sus ídolos, una mezcla de unas pequeñas í menudas yerbas i resinas olorosas. Las ofrendas consistían en oro i en los corazo- nes de los prisioneros que en sus guerras prendían, los cuales morían víc- timas á su idolatría í poco después eran comidos sus cuerpos por los ofren- dantes. Sacrificaban también á sus enemigos en altos tablados, á cuyo re- dedor había un cercado de gruesas guaduas. Subían por una escalera i á muchos los colgaban con gruesas cuerdas de fique. El gobierno del cacique era despótico; este juzgaba, imponía penas í 31 era capitán de sus vasallos en las guerras. Estos á su turno tenían que labrarle sus campos i labarle ciertas cantidades de oro con las cuales él hacia sus cambios con las naciónos comarcanas. El cacique tenia muchas mujeres, una de las cuales sincmbargo, era tenida por la principal. Muerto el cacique, envolvían su cuerpo en las mas ricas mantas que tenian, ligán- dolo luego con largas cabuyas á las cuales ataban varios aderezos i figu- rillas de oro, exactamente, parece, como lo hacían los Peruanos, según la descripción i láminas de la excelente obra de Rivero, i Tschudí; i también los habitantes de Tunja, cuyas momias no ha muchos anos se encontraron, pero que según nuestro ilustre compatriota Acosta se lamenta, también en pocos anos desaparecerán, i^ Entre los Tauyas, también habitantes del valle del Cauca, ponían el cuerpo en una hamaca i haciendo fuego al rededor, lo secaban perfectamente, envolviéndolo luego en mantas para preservarle por algunos años en la casa de sus deudos, antes de darle sepultura. Esta era, ■ bien en la misma casa , ó en las cimas de altos cerros ó colinas elevadas á donde hacían grandes bóvedas bien enlosadas. El dia del entierro se juntaban sus deudos i parientes á presenciar la ceremonia i contribuir á ella con sus pésames, lloros, lamentos i embriaguez. Enterraban al cacique con sus armas, joyas, plumaje, oro, comestibles i chicha, de la cual todos participaban en alto grado. Ademas enterraban con él á sus mujeres mas queridas i á algunos sirvientes que para la ceremonia preparaban i ponían beodos. Estos debían acompañarle en su resureccion. El fin de esta cere- monia, como entre muchas otras naciones, era la perfecta embriaguez, con la cual parece querían deshacerse del dolor que la muerte les causaba, ó solo servía de un pretexto para dar lugar á su ai)ct¡to, convirtíendo un entierro doloroso en una fiesta de alegría. En el cacicazgo heredaban al padre sus hijos, pero á falta de ellos lo hacían los sobrinos hijos de la her- mana i nó del hermano. Por lo jeneral eran estos Indios de pequeña estatura i el bello sexo no poseía aquellos atractivos exteriores (jue, sí no comunes, al menos no faltaban en otras naciones, á lo cual contribuía mucho su poca limpieza. En las narices como en las orejas traían dos botoncillos de oro ó un clavo con dos cabezas; los de Cali traían en su lugar un alhambre de oro, re- torcido en forma de tornillo i llamado Curicuris (Fig. 6 Lám. IV), regular- mente en las narices, pero aun también en las orejas. En el cuello usaban bellas gargantillas de oro i ademas otros aderezos del mismo metal en el 32 resto dd cuerpo. Andaban casi desnudos, pues solo tenían una pequeña manta de un palmo de ancho i palmo i medio de largo que les cubría del vientre á los muslos; llamábase maure^ ¡ era sustituida algunas veces por un gran caracol de oro. En algunos pueblos usaban una manta larga los hombres i las mujeres un faldellín, pero jeneralmente este era el vestido mas bien de los caciques i personas distinguidas que del común del pueblo. Eran los Armas gran comerciantes de sal, que de fuentes salobres sacaban, evaporando el agua de estas en grandes tinajas de barro. En muchas partes conducían el agua de las fuentes en tubos de guadua, al lugar donde se evaporaba. El artefacto era en jeneral excelente sal blanca^ pero muchas veces , debido á la orijinal impureza del agua, era la sal negra ¡ de mal sabor. Eran peritos en el laboro del oro í los restos artísticos que tenemos en tierra cocida no los deshonran. Hacían sus maures i vestí- dos de cortezas de palo (vid. Nota í^) , pero también hilaban i tejían bien el algodón. Uno de los pendones de huso, hecho de barro, he dibujado i^ se vé en las fíg. 3 i 4, Lám. II. También eran agricultores i aquí la jene- rosa naturaleza premiaba mas que abundantemente sus pocos esfuerzos. Los valles parecían á los Españoles jardines ó huertas, tan bellamente sem- brados estaban de todas clases de frutas i raízes de que ellos se servían para su mantención. Sus alimentos eran, carne humana, pescado, que solo á palos mataban en los ríos, que brotaban de llenos, maíz, yuca, que sabían cocinar muí bien, palmitos i luego todas las deliciosas frutas con que la prodijiosa vejetacion tropical los regalaba. Vivían unidos, en pequeños pueblos edificados en los valles ó en las planicies de las colinas. Sus casas eran grandes , redondas i bien for- tificadas por medio de cercados de gruesas guaduas que las rodeaban i que para plantarlas allí, arrancaban estos moradores de á raíz. Sus paredes eran hechas de grandes vigas , puestas perpendícularmente i la armazón terminaba en la parte superior en un arco bajo , sobre el cual edificaban el cobertizo ó tejado, de paja. Dentro de lá casa tenían varios aposentos bien esterados, i tantos, que hasta viente vivían en una misma casa. El lujo no les fal- taba pues los Españoles conquistadores vieron muí ricos vasos de oro, al- gunos que contenían dos azumbres de agua, que usaban para beber su chi- cha. Ademas ha pocos años se descubrió una canastilla de tierra cocida, grande i de una forma que causaba admiración i daba idea del buen gusto del autor. En algunas casas había también un cercado de guaduas secas, con 33 puntas, en las cuales blanqueaban las calaveras de aquellos que habían sido presas de sus enemigos i víctimas de su antropofaguía. El carácter de los Armas era mui recio é indomable i preferían morir á manos de otros Indios enemigos i ser devorados por ellos ó darse la muerte á sí mismos, ahorcándose, que entregarse á los Españoles, quienes varias veces presenciaron, bien á su pesar, estos dos actos que probaban ó su terror ó aborrecimiento. Para ir á la guerra se ponían coronas de oro, i patenas del mismo metal en el pecho, bellísimas plumas i mil otros aderezos de oro, de suerte que se decía que „iban vestidos de oro de pies á cabeza." Iban mui bien armados - i de . aquí el nombre , armas - , llevaban bozínas ó trompetas, banderas , dardos , flechas , lanzas i macanas i sin duda hondas también. Su música era de tambores, flautas i otros instrumentos peculiares á ellos. Las banderas eran hechas de una pequeña manta de algodón, puesta en una asta i tanto esta como aquella adornada con pedazos de oro como estrellitas i muchas de gran valor, como la que Jorje Robledo conquistador de estas naciones, recibió de regalo. Eran valientes i atrevidos, i los pri- sioneros que cojian eran víctimas de diversos modos. A algunos les saca- ban el corazón delante de sus ídolos i comiánselos después, á otros los colgaban con fuertes cabuyas de sus altos tablados. Estas cabuyas eran criznejas mui largas i fuertes. Otros , por fin , eran llevados á los pueblos, allí encerrados i cuando estaban gordos hacían un suntuoso manjar para satisfacer el voraz apetito de sus señores. En un pueblo comarcano había una gran casa en la cual se encontraban las cutis de estos miserables cau- tivos , tanto hombres como mujeres , llenas de ceniza , i bien preservadas, las caras hechas de cera i todas estas momias paradas formaban una gran colección, el orgullo del cacique. En sus festines tenían usos parecidos á los de los Chibchas , su fin era emborracharse con chicha, cantando en intervalos sus canciones patri- óticas, ^n'las cuales notaban i lamentaban sus necesidades presentes, i exaltaban los hechos de sus pasados. Como ya se ha notado , estos Indios i sus comarcanos eran antropó- fagos en exceso. No solo se comían á sus prisioneros sino que también sus propios hijos eran víctimas de esta infernal costumbre. Los caciques de Nore hacían prisioneras las mujeres de pueblos enemigos i vivían con ellas como con sus propias esposas. Los hijos que de ellas tenían eran su manjar 3* .■« 4 34 delicioso. Otros caciques haciau que los prisioneros viviesen con sus muje- res ó paríentas para que produjesen pasto á su insaciable hambre ; por úl- timo estos jenitores una vez impotentes, seguian el mismo hado que sus desgraciados hijos. Así pues vivian en la mas horrorosa barbarie estos primeros habitantes del bello valle del Cauca, cuyas riquezas son incalcula- bles , cuyos hijos hoi en dia industriosos i cuyo futuro sin duda será brillante en la historia neo - granadina. * CAPITULO VI. lid escultura en América. Dos pueblos hemos ya conocido por sus usos i costumbres , hemos recorrido su historia i delineado tan bien como nos era posible el estado de adelanto ó atrazo intelectual i material. De estos pueblos pues, es que tenemos que juzgar las obras artísticas. Sinembargo para tener lugar de comparación i extender también nuestra vista , haré preceder uaa corla noticia de la escultura en América. A viajeros tanto como á escritores ha causado admiración la escul- tura indiana , cambiado sus ideas i tal vez producido un sentimiento mas de apego, una mirada compasiva hacia los artistas que un dia ejercitaban sus talentos, en los restos que nos quedan. Aun en las naciones mas cultas ha sido dificilísimo hacer una historia de la escultura entre ellas ; nosotros por ahora tenemos que dispensarnos de este trabajo, pues la falta que sentimos, no comprendiendo bien los quipus peruanos, (nepohualtzitzin de los mejicanos) los jeroglíficos de estos, i varios otros documentos anti- guos , es del todo imposible hacer apuntes históricos, i* Los primeros moradores de América nos han sido conocidos con sus obras i ellos mis- mos tal vez no tenían ni noticia del oríjen de sus artes ni de su adelanto progresivo. Entre casi todas las naciones de los Indios primitivos, se descubre un gusto , un estilo particular ; este es el de obras minuciosas i compli- cadas, tanto en sí mismas como en sus adornos. Entre las pinturas meji- * Pedro Cicza de León, Cióiúca del Perú Part. 1. Cap. XVII i sig. 35 canas, encontramos muchas muí análogas á las de los Hindos: la dios;! Siva de estos, se vé casi exactamente entre las pinturas mejicanas, no asi con la escultura, en la cual difieren aun mas las dos naciones. I^ pacien- cia con que debían labrar las piedras . de que hacían labores complicadí- simos i srandes. teniendo muí malos utensiliDs, dá una idea de estadio i firmeza del carácter de los Indios, que honraría á todo artista. De las naciones amerícanas debemos considerar la Mejicana la escul- tora por excelencia, á juzgar por las obras que aun tenemos ocasión de ver. En tierra cocida , en piedras duras . en aderezos i en grandes esta- tuas tenemos ejemplos del escultor mejicano. Los mas bellos restos artísti- cos de mano indiana son los de Yucatán i de otras partes de Méjico i de Nicaragua. La gran piedra sobre la cual hacían sus sacrífícios los Mecanos, que antes estaba en la Catedral . ahora creo en el Museo de la misma ciudad, es una obra célebre en el mundo. Tiene veinticinco pies de circun- ferencia , en el centro una cabeza . en relievo . i esta rodeada por veinte grupos de dos figuras cada uno. Como otro ejemplo citaremos el ídolo 6 diosa Teoyamiqui. obra hecha de una sola pieza de basalto, de forma ter- rible , como otra Medusa , llena de culebras i compuesta de partes de di* versos animales i de dimensiones colosales. Según Ampere esta compuesta esta estatua en jeneral de dos figuras ú deidades, Teoyaotlatohua i Teo- yamiqui i pertenece á las obras de mas méríto que hoi se encuentran en el Museo de Méjico. El señor Stephens en sus excelentes obras sobre el Yucatán ha mostrado cuan ríca es esta parte en grandiosos restos del im- perio Azteca , i las láminas que las acompañan son el críterío mas cierto de lo* adelantado del arte entre estos pueblos. Muchas obras i ciento se mé- ríto podía citar aquí, en las cuales los Mejicanos han desplegado sus talen- tos, pero una revista tan sucinta como la que me propongo no lo permite. Los estudios arqueolójicos han sido ultimante llevados á las repúblicas de Centro Améríca i el señor Squier con la maestría que ya había mostrado en sus obras sobre las antigüedades de algunas partes de los Estados Uni- dos, ha descrito las de Nicaragua en la historia de su viaje. £1 estilo de estas obras es en jeneral muí parecido al yucateco i tal vez pertenecen á la misma época en que la escultura floreció 'en 'estas partes de Améríca. Sí ademas notamos las obras tan varías que se han encontrado hechas de barro ó tierra cocida, tendremos un sinúmero de pruebas de lo muí ade- lantados que estaban los Mejicanos en el arte plástico, pues no solo se 36 restrínjídD a bacer vasos í utensílíúé eeoDíiS«niei>5 . sioo que Umbim hacían lisuras booiaiias . estatuas é ídolos . flautas con dos . tres ó cuatro agujeros í otros mstrumeiUos de müsíca. cabezas de pipas • churumbelas] ocm gro- tescas figuras de pájaros, zapos etc. las cuales muestran tanto su buen humor como su ínjenuídad. En el Perú no era el arte de la escultura mén«>s i-onoddo ni sus habitantes le hacían menor honor. Ellos sínembarso toman el primer lugar entre las naciones americanas por su arquitectura. Los grandiosos edificios i excelentes calzadas que fueron construidas en el tiempo de los Incas aun son admiradas por todos i solo encuentran un rival en Méjico, pues la^ ^Casa del gobernador' que Stephens describió, merece toda la alabanza que al sólido mérito artístico se debe. Los labores en tierra cocida que poseemos de esta nación pertenecen á los mas exquisitos de América. Sobre todo eran los Peruanos diestrísímos en labrar el oro i los artistas eran 'mucho mas adelantados que aquellos de entre los Chibchas. pues la rotonmdad de sus formas, lijereza en el movimiento, acierto en la posición i propSiúon de sus partes i así la verdadera forma natural que ellos se esforzaban á representar con el dócil metal, están muí fuera del alcance de los ídolos neo-granadinos que representa la Lámina 1. Las varías figuras con que el señor d'Orbigny hizo acompañar su obra, restos de la escultura BolÍNiana i lo mismo el señor Gay respecto á Chile , bien nos nuestran que estos países tampoco carecían de bu^sos artis- tas americanos. Por fin, los primeros moradores de la Nueva Granada si no descollaban . al menos no carecían de mui reculares artistas. Una ca- bcza labrada en piedra dura, cuarzo verde, transítorío al hornsieín, i traída por el sabio Humboldt de su viaje en la Nueva Granada, es la única obra de escultura que basta ahora poco se baya hecho pública, pues él la hizo gravar en su bellísima obra ,.Vues des Cordilléres" (Plan. 66). Según el dibujo esta obra es muí regular en sus proporciones . expresión i ejecución. El aderezo de la cabeza es de notarse especialmente pues que es de un estilo verdaderamente agradable. Otra pequeña obríta, mui sencilla pero regular en sus proporciones también de una piedra verdusca, al parecer chisto de talco (talkschieferyi tengo al presente (\id. Lám. IV, fig. 4 i 5) i solo se^^íría de aderezo pues no es otra cosa que dos conos unidos por su basC; pero tan redonda, pulida i regular como el mejor tornero podía hacer : la piedra es á la verdad bastante blanda pues se puede cortar 37 fácilmente con un«i cuchilla. De notarse son los agujeros que se encu- entran tanto en la cabeza descrita por Iluinboldt como en esta pequeña figurilla , de una pulgada de extremo á extremo. Su uso en esta última es algo claro, pues debían servir para un hilo al cual la colgarían del cu- erpo, pero en la otra, si no fuesen hechos con el mismo objeto no sabe- mas con cuál. De las obras en tierra cocida tenemos muchos restos de los artistas neo-granadinos i aun se encuentran en cantidad considerable. '5 De los Chibchas sé yo de bellas sillas de barro, de instrumentos de música, que hoi en dia arqueófilos neo-granadinos i algunos museos poseen i vanos oíros restos de su habilidad, pero cuya descripción, ya que no puedo repre- sentarlos en dibujo, omito por no hacerme confuso. Los Araucas, habitan- tes de la sierra de Santa Marta eran también expertos en el arte, pues nuestro compatriota Acosta bien lo muestra en las láminas tercera i cuarta de su excelente obra sobre el descubrímicnto de la Nueva Granada. * Sin- embargo las caras de las figuras en el adoratorío (Lám. 4) tienen un ca- rácter tan chinesco ú oriental que parece no fué mui exacto en su ejecución el gravador, siendo la expresión totalmente extraña, á toda cara ú obra de los Indios. En fin los Chibchas eran, así como otros habitantes de la Nueva Granada, mui regulares plateros, de lo cual sinembargo trato mas adelante. Labraban la madera mui bien, pues Cieza de León nos refiere de las muchas estatuas, hechas de ella, que por todas partes se encontraban en el valle del Cauca del tamaño natural i aun una con los brazos abier- tos, es decir, ya apartándose, en lo libre de su posición, de las primitivas columnas estatuarias que así como entre los Griegos al principio del arte, hasta el tiempo del famoso artista Dédalo, así también se usó entre los habi- tantes de América. El señor Rivero descubrió una clava ó maza en Tunga (cerca de Pasto) en la Nueva Granada, que según él, es exactamente como las mazas que usan los habitantes de la Nueva Zelandia i otras islas del Pa- cífico, (Véase Lám. 33 de las Antig. Peruanas) i la madera es chonta [Gui- lielma speciosa ó Mariinezia ciliata) i mui dura. He visto yo ademas un canalete labrado en Cartagena , en la pose- sión del señor Degenhardt, que muestra en su forma como en sus adornos un gusto mui refinado i que los habitantes han usado instrumentos mui pequeños i mui cortantes. Es posible que este canalete date desde poco después de la conquista, cuando los Indios pudieron obtener algún instru- 38 mentó de hierro, pero la falta de autenticidad de su verdadero oríjesa en cuanto al tiempo, ha sido la causa de no dibujarlo. Es probable que los primeros habitantes de la Nueva Granada hayan usado otros instrumentos cortantes que los hechos de piedra, para ejecutar sus labores. Como hemos visto hai una, aunque débil conjetura , de que los Indios de Norte América conociesen el hierro ; los Mejicanos, s^gun Hum- boldt, sin duda k) conocian aunque nó su uso; en el Perú, como ciertamente en el norte, se scrvian del cobre, pues se ha encontrado un escoplo de este metal i del mismo hai muchcis lanzas i otros instrumentos en el museo de Lima i algunos de ellos están dibujados en el atlas de las Antigüeda- des Peruanas. De los Chibchas i Neo-granadinos en jeneral no podemos hacer aserción ninguna basta el presente, pero si tenemos razón de sos- pechar que usaron otros instrumentos i de esperar que no^. estarán aun mucho tiempo envueltos en la oscuridad que cubre los restos arqueolójicos de nuestra patria. Se ha supuesto que se servian de una mezcla de cobré i estaño para labrar piedras duras. La discusión de este punto, por no repetir, se verá en lo que sigue. Esta cortísima revista de la escultura en América nos dá al menos una idea, i esto solo es lo que me propongo, de lo que antes de la con- quista por los Españoles se habia hecho en América por este arte. Báste- nos, pues, esto para entrar á considerar las obras que en las láminas que acompañan esta memoria se encuentran dibujadas i sea también un término de comparación que nos haga asignar el lugar que es debido á la escultura neo-granadina entre la de las otras partes de América. CAPITULO VII. Sobre los Tunjos de oro« Los tunjos de oro, según hemos visto, pueden provenir de tres par- tes diferentes : La mas común , de las sepulturas , que el accidente ha des- cubierto i que han sido excavadas, i á donde con los cuerpos, los Indios enterraban sus tesoros; la segunda, de los receptáculos de los adoratori^s, los cuales una vez llenos de ofrendas de oro eran enterrados por los sa- cerdotes en lugares ocultos; i por ultimo pueden encontrarse en los lagos 39 i los ríos. Sabemos que los Chibchas tenían uno gran reverencia por las aguas, ya que de un lago habían salido sus prímeros padres, el de Guatavita siendo el ejemplo mas brillante que sobre la matería paseemos; también allí, como en otro adoratorío i casa santa, inviolable por manos humanas, depositaban sus ofrendas. £1 río Bosa, cerca de' Bogotá, era también receptáculo divino, como veremos en el apéndice. Debido pues á esta diversidad de proveniencia i no habiendo encontrado yo mismo estos tunjos no me es dado nombrar su su exacta localidad. Todos ellos fueron enviados de la ciudad de Bogotá i eso hace muí plausible la idea de que son obras chibchas, como lo creo yo; sinembargo en el valle del Cauca se encuentran de las mismas figuríllas en los túmulos que se han excavado, i exactamente del mismo estilo. Lámina I. La primera figura representa á Bachue i á su esposo, quienes después de haber poblado el mundo, se volvieron á la laguna de Iguaque i allí se convirtieron en serpientes, en cuya forma alegórica los te- nemos aquí. Muchas veces, sinembargo, representaban los Chibchas á Ba- chue en figura humana , en estatuas de madera i de oro , como á una mujer con un niño. En la figura tenemos las dos serpientes enroscadas en forma de c/) sobre un pequeño alhambre ó asta en cuya extremidad superíor hai unos pocos adornos de delgados alhambres. La Fig. 2* representa al hombre, al guerrero que, con la macana ar- mado, nos está diciendo su profesión. A los lados vemos los dos bucles de cabello que aun hoi en día usan los Indios en Bogotá, pues solo dejan crecer el pelo suficiente para formarlos i que luego al caer al lado de la cara trata de enroscarse. En la cara se notan dos pelotitas de oro que sin duda se le cayeron al platero durante su trabajo pues en ninguna manera pertenecen á la figura. La Fig. 3* es la mujer, cuyo único aderezo es una gargantilla que al cuello •tiene. La especie de borla que al lado de la cara tiene no puedo decir si es pelo ú otra cosa. Como las figuras todas están representadas sin vestido alguno, vemos claramente, al menos en estas dos liltimas, que el artista quiso en realidad representar al varón i á la hembra. Las Fig. 4" i 5" son todas de alhambre, i solo aderezos i objetos de lujo. La Fig. 6' no tiene nada de particular,' pero la 7' que es el reverso de la anterior es interesante por estar formada de tres piezas la plancha 40 principal, las cuales no pueden haber sido unidas entre sí de otra manera que soldándolas. La Fig. 7" es parecida á la Fig. 6" pero es la mas perfecta de todas en su ejecución. En todas las demás las cejas son hechas por un solo alhambre en línea recta; aquí forman, como en lo natural, dos alhambres las dos cejas i estos son encorvados, i nó en linea' recta. Las narices ade- mas son mas naturales i aunque en el resto la figura se conforma con el estilo usual, muestra sinembargo que el artista era mejor copiador de la naturaleza, apartándose de los modelos de sus contemporáneos ó prede- cesores. La Fig. 9" por fin , es la de mayor valor artístico. Las diversas par- tes de la cara están situadas con mejor proporción i si bien en las orillas aun han quedado pedazos de oro pegados, en jeneral hai cierta limpieza en la ejecución de esta figura que no poseen las otras. Lo mas notable, sinembargo, es que los brazos i las piernas proyectan sobre el plano del resto del cuerpo lo que no sucede en ninguna de las otras. En la mano izquierda tiene un bastón á manera de un cetro i en jeneral parece esta figura haber representado un cacique acurrucado, posición tan común entre los Indios. Las figuras son todas del tamaño natural i las he dibujado con el mayor cuidado posible para dar una idea exacta. El espesor de las plan- chas es diferente; en algunas, como Fig 2" i 8% es una lámina delgada, mientras que en otras, como 6*" i 9* tiene esta como un milímetro de grueso. Los tunjos que representan al hombre consisten en una plancha de metal á la cual se han soldado los alhambres que denotan por su forma i posición las diversas partes del cuerpo; así v. g. la mano es hecha con dos alhambres concéntricos i solo tiene cuatro dedos, i lo mismo los pies. Podemos pues considerar estas figuras, en jeneral, como un alto relieve, por decirlo así, pues por detras no tiene la figura sino una superficie plana. (Fig. 7>). Los indíjenas de la Nueva Granada conocían el oro, la plata i el cobre. Sabían fundir el metal, vaciarlo, soldarlo i tal vez batirlo. Usaban para fundirlo de ciertos hornillos que, según Alcedo, se han encontrado en las cercanías de Guata vita, pero de los cuales no dá descripción alguna. Los Peruanos sabemos que usaban hornillos provistos con tubos de cobre para conducir el aire con que acrecentaban el fuego i no es de dudar que 41 una maniobra semejante acompañase á los de los Guala vitas ^ ó bien podían haber usado estos, como los antiguos Ejipcios, cañas de madera, cuyo extremo era guarnecido con una punta ó lámina metálica. Los crisoles que usaban los Gualavitas no son conocidos, pero tengo el placer de poder mostrar los que los Armas usaban (Lám. IV, fig. 2), los cuales serian pues- tos en la mitad de carbones candentes hasta que se derritiese el oro que contenían, al uso de los Ejipcios, quienes muchas veces no se servían de hornillos. En algunos de estos crisoles aun se ha encontrado el oro derre- tido, lo cual no nos deja duda de su uso. Los moldes que los Peruanos usaban para vaciar sus obras eran de cierto barro mezclado con yeso. Tenían estos también el arte de cincelar sus obras con tanta perfección que no se distingujp en ellos la menor desigualdad que del molde resultaría. Parece que el modo probable de ejecutar los Guata vitas sus obras, es el siguiente: En una matriz de la forma de la plancha, compuesta de dos partes, se echaba el metal derretido, lo cual dejaba la superficie de la lámina me- tálica al enfriarse, sin politura, debido á las borbojas de aire, pero mucho mas á la superficie áspera que el molde ó matriz debía tener á causa de la imperfección con que preparaban el barro de que se servían i cuya tex- tura granulosa se imprimía en la plancha metálica. Que esta era fundida i no batida í que la matriz se componía de dos partes, como es usual hoi en día, se deja muí bien ver en la Fig. Q**, pues en las orillas de esta hai pedazos de metal derretido i allí pegado, cuya superficie no nivela ni con el uno ni con el otro lado de la lámina, está en medio í sería, pues, la parte del metal que salió por la hendija que dejaron entre sí las dos par- tes de la matriz al cerrarla i que no ajustaban bien. El modo de fabricar el alhambre les debía ser fácil i bien conocido, pues todas las partes del cuerpo humano son hechas de él. Que el modo que ellos tenían de fabricarlo no era el que hoi se usa, lo muestra muí bien la Fig. 5* cuya áspera superficie no nos deja duda alguna, ademas que, según Beckmann * el modo de fabricar el alhambre que hoi se prac- tica, fué invención del siglo catorce. Que tampoco usaron los Indios el método practicado por las naciones clásicas en los tiempos primitivos, cor- tando tiras de una lámina metálica i luego redondeando estas á fuerza de martillo **, parece poderse deducir de la perfecta ausencia de las encalla- «« Seftráge jur ®e\á)i(í)U Ux dntbeífuugcu. Exod. XXXIX. Homer. Odyss. lib. VIII, 273—278. 42 duras ú ondulaciones que el martillo produce en una superficie, i la pre- sencia de concavidades muí pequeñas i redondas, solo reconocibles por las partículas negras que en ellas han entrado, cuyo lugar ocupaban los pe- queñísimos granos de la arena del molde. Me parece pues que el único modo que podían emplear era horadar, en forma cilindrica, el barro ó arena que servia de matriz; hacían un cañuto, i en este echaban el oro derretido* Es posible sinembargo, que hayan usado el martillo, como los antiguos pueblos de Europa, aunque nos parezca mas difícil de creer. Los alhambres ya cortados i habiéndoles dado la forma requerida, eran pegados á la plancha metálica. Debemos notar aquí, que entre el al- hambre i la plancha no hai sustancia extraña, no hai soldadura. És pues necesario creer que la láminn aun estaba semifluida ó al menos blanda» mientras hacían el resto del cuerpo, i esto lo hacen muí probable los gra- nos de oro que se encuentran pegados irregularmente en los tunjos (fig. 2') i en partes tales, que debemos enterarmente prescindir de la idea que eran puestos allí intencionalmente. Este me parece el método probable que se- guían, visto que es muí difícil decidir si hai verdaderas soldaduras ó nó. El señor Meyer, quien cuidadosamente observó las canopas ó ídolos de oro conservados en el museo de Lima, dice expresamente que no tienen solda- dura alguna i con él otros autores. Al contrario, en la excelente obra de los señores Rivero i Tschudi se nos asegura de la manera mas positiva (pág. 217) que sí son soldadas. Es pues posible, aunque improbable, que tam- bién las haya en las nuestras, apesar de que ni los plateros á quienes he preguntado ni yo, hayamos podido descubrirlas entre los alhambres i la lámina que forma la base de la figura. Pero que nuestros Indios conocían el arte de soldar, el cual ya en tiempos mui remotos conocían los Ejipcios, no queda la menor duda, como hemos dicho, si examinamos la Fig. 7", pues ahí, siendo los pedazos tan cortos i el metal tan buen conductor del caló- rico, se derretiría toda la pieza al hacerlo una de sus extremidades. Últimamente, podían vaciar toda la figura de una vez, como hoi se practica aun con las mas complicadas, pero las planchas de algunas de es- tas figuras son tan delgadas que hacen mui improbable esta opinión i así creo la mas razonable la que he dado. Las obras de oro de los habitantes de la Nueva Granada se pueden distinguir al momento de las peruanas por cierto carácter peculiar que el 43 ojo práctico al momento Dota. Las de los Peruanos son rotundas, mas li- vianas en sus formas ; huecas i mas delgadas, según Meyer, mientras que las nuestras son planas, macizas i de una dureza en sus formas que nos re- cuerdan las ejipcias. Asi, las Fig. 3* i 7*, Lámina VIH de las Antigüeda- des Peruanas por Rivero i Tschudi, nos parecen al momento tan diferentes de las otras que en dicha lámina se encuentran, como también en la ante- cedente, que por poca fé que tengamos, al menos debemos creer que per- tenecen á otra escuela de platería. Es posible, i mui probable que sean de la Nueva Gnmada pues, si, como sabemos, los Guatavitas obtenian su oro de distantes pueblos por cambios i lo volvian labrado; no parece im- probable que sus obras hayan llegado de esta manera aun hasta el Perú. Mas probable es, sinembargo, que los Guatavitas hayan ido á ejercer su oficio al Perd. De esta emigración tenemos un ejemplo incontestable en el Chibcha que dio noticia en Quito á Belalcázar de su rei Bogotá i de las ricas provincias que luego llamaron los Españoles „el Dorado". Allí pudie- ron ir también á perfeccionar su arte, con rudimentos de platería ya mui arraigados en ellos para dejar su estilo, aun en las obras que producían en el Perú.- Tai es el imperio de las costumbres, i al habitudo es tan atractivo un estilo convencional, que tal vez se prefiere este á una copia mas exacta de la misma naturaleza. Un ejemplo tenemos en la escultura atrazada de los Ejipcios, la cual quedó intacta aun después de la invasión de los Griegos i Romanos, i otro es el de los Chibchas, que acabamos de mencionar. Es posible que el arte del platero les haya venido á los Chibchas del antiguo Continente ó bien de otra nación americana mas adelantada, pero no hai duda que ellos hicieron progresos en su arle i que como cual- quiera otra nación tenían su escuela ó estilo particular. Con Vater dire- mos, que los productos de una cierta media cultura en los pueblos, tie- nen frecuentemente una fisionomía tan semejante, que ellos muestran, me- nos una misfna proveniencia , que la igualdad de resultados de las fuerzas humanas en iguales grados de cultura, i asi no solo debe ser la semejanza en los resultados, nuestro criterio para la unidad de oríjen. Mui interesante seria conocer minuciosamente el arte del platero según era practicado por los antiguos Neo-granadinos, como también dar una descripción de sus instru- mentos, pero desgraciadamente ni de los de estos, ni de los Peruanos, te- nemos datos suficientes para hacerlo. Esta tarea está reservada para un 44 escritor venidero mos afortunado, cuyas investigaciones en nuestro suelo patrio sean coronadas con buen éxito. Como no deja de ser interesante, á la vez, saber la composición de los ídolos antiguos i metálicos, he hecho dos análisis químicos de los tun- jos n« 2 i 8, pues de ahí podremos sacar algunas comparaciones i también algo perteneciente al arte de los antiguos moradores de América, como es, por ejemplo, el de la aligación. El metal de la fig. 2* es rojizo i parece , á la vista , contener mucho cobre, el de la fig. 9* , por el contrario es blancuzco i guia á la idea de que contine mucha plata en su mezcla. Los análisis no conciertan, sineip- bárgo , con estos presupuestos exteriores. El que ha visto , como yo^, di- versas muestras de oro nativo una junto ó la otra, habrá notado al mo- mento , cuánto varia su color , teniendo por lo demás una composición mui semejante. Si el metal de estos tunjos se calienta al rojo, se cubre de una capa negra , mui delgada , de óxido de cobre , casi momentáneamente , i parece , con producción de luz. Al lavarlo con ácido clorhídrico , para disolver este óxido, se pone, después de limpio, de un color amarillo claro, casi exactamente el mismo que orijinalmente tenia el metal del tui\fo n° 9 i que sin duda proviene de haberse cubierto con pequeñísimas partículas del cloruro de plata , que es blanco recien preparado , pero expuesto á la luz se vuelve morado i al fin se descompone dejando solo el óxido negro de plata, efecto de las materias orgánicas suspendidas en el aire. Por fin, si se trata el metal de estos dos tunjos así blanqueado , con amoniaco, para disolver el cloruro de plata, toman ambos un color rojizo igual al del n° 2. Vemos, pues, que la coloración de estos metales, aunque sí de- pende en parte de su composición, también es debiba á causfas externas. El análisis de una liga semejante es tan sencillo que no .hai para qué decir nada sobre él i solo sí los resultados. De la fig. 2* tomé un pedacito que pesaba 0.03002 gramos i encontré : Oro = 0.01640 ó 54.63 por ciento. Plata = 0.00491 ó 16.31 „ „ Cobre = 0.00880 ó 43.70 „ „ 0.03011 100.25 45 De ki fig. 9%. tomé un peaaciij^ que pesaba. 0.05967 gramos i encontré : -. "^ Oro = 0.0273 ó 4j5.91 por ciento ^ ' Plata =: 0.0063 ó 10.55 „ „ j, Cobre = 0.0261 ó -43.70^ „ „ 0.0597 . 100.16 m W De los análisis que hastA ahora tenemos de los oros nativos dé la Nueva Granada,* todos hechoa>^or el experto naturalista f seilor Boussin- ^ült , sadremos que de estos ninguno contiene cobre. Vemos , pues y que los ¿ndfjenas Neo-granadinos ligaban el oro con el cobre, que se encuentra nativo en varias partes de' la Nueva Granada, entre otras en Moniquirá. *;;' ^ Se ha supuesto que los instrumentos que usaban los Ghibchas pana ;, labrar las pie4{as dqrás , eran compuestos de cobre i estaño. Paréceme . •• '.-^* improbable {)ór bien fundada que sea esta opinión. Entre los Peruanos, ■■ según autoridades como Humboldt (Yues et Monuments (8''*') t. 1. p. 314) Rivero i Tspbudi (Antig. Per. p. 212) , d'Orbigny (L'homme Améric. p. 137) i Vauquelin quien encontri en un cincel peruano 0,94 de Cobre i 0,06 de JEs^wo** nos aségurian que los instrumentos de cobre poseen también una mezcla de estaño i^aun>el sen[pr Rivero encontró ademas de 5 á 10 por ciento de sílice. Según los mejores autores de mineralojia , no se encuentran en Siid América, sino en Brasil, (i allí solamente el Casiterio li óxido de es- taño) ninguno de los cuatro minerales de este metal, ni aun Helms, di- rector de? minas, que hizo una grande colección de minerales sud-ameri- canos tanlpoco los encontró. Así pues hasta que uno de estos nnnerales se encuentre '%n la Nueva Granada ó un análisis de algún objeto de opbre de los Chibchas , pruebe la presencia del estaño , debemos detenef^ austro juicio , notand<|í solamente que para^. labrar el aderezo que en piedra^ tengo, fe Jv. ■ ■■ -.v se podia j^acer fácilmente con otra piedra pues la roca y^rde de que está hecho es mui blanda. Análisis de ornamentos de. oro de I& antigüedad se han hecho mui pocos, sieado á la vez estos mui raros en el antiguo ^Qpnti- nejjte enr comparadon ogQ el nuevo. Los únigos que ,yo conozco son los del Jgü^. Mallet , de antigüedades irlandesas, pue$^ en un pequeño escrito del * Ann. Chem. et de Phys. t. XXXV. p. 408 i la Colección de Memorias cientificas por J. Acosta* p. 43 — 50. ♦♦ ^ Humboldt , Essai politique sur la Nouvelle Espagne t. III. p. 306 (ed« 8vo.). 4* 46 Prof. Gobel * á donde se encuentca^^ todos los apáljsis que se han hecho de las antigüedades metálicas , tampoco hai ninguno de las da oro. Por vía de^ comparación , PV^s, pondré los análisis del Dr. Mallet i lo$ dos mios. - 1 ..■2'- 3 -ir 4 5 6 7 g... n° 2 n° 8 Oro .*. Plata . . Cobre . Plomo Hierro 71.54 .23.67 4.62 traza • • • 79.48 ,18.01 2.48 • • • • • • 96.90 ¿48 traza • • • • • • 8&í64 11.05 .12 • • • • • • 88.72 10.02 l.ll • • • .02 «.10 12.18 ■ i 5.94 .28 . • . 86.72 12.14 1.16 traza traza 85.62 12.79 1.47 ... • • . 54.63 16.31 2931 • . • • • • 15.55 43.70 >, • • • • « • '-■J* 99.83 99.97 99.39 99.81 99.87 99.50 100.02 99.88 100.25 100.16 La descripción de las antigüedades irlandesas no es interesante para nosotros ni un extracto podia ser intelijible. El oro que trabajaban los Irlandeses no se sabe de dónde venia , pero vemos sí , que la liga que ellos usaban era en jeneral mas rica en este metal que la de los Chibchas, i tal vez mas antiguas sus obras , de resto vemos que su com]^osicion es como entre estos Oro , Plata i Cobre ; Hierro i Plomo encontráiidose en dos solamente i en cantidades que bien se vé eran impurezas i elementos enteramente accidentales. **. CAPITULO VIII. IJso de los Tundes. El arte está eo todas partes ligado de una manera mui especial 1;on la relijion, con las ideas de una vida ideal, de seres sobrehumanos. La relijion abriéndonos nn mundo espiritual que si no aparece externamente, requiere al menos, para satisfacernos, una representación material, ó taím- bien, en la idolatría, dándonos seres ú objetos que adorar, nos guia, Tiá- ceños al momento acpxer á las artes representativas como á nuestro único * Ueber den Einfluss der Chemie auf die Ermitteltmg der Vdlkef der Vorzeit. Eriangen 1842. 47 refujio , las, cuales aunque imperfectamente tal vez , nos representan nues- tras ideas. Los Tlhibclias eran idólatras i los objetos que adobaban debian ser producciones de su mismo^rte. _^ Ellos tenian sus templos i adoratorios, dé los cuales los de Sogamoso, Bogotá, Tunjá i Guatavita eran los mas celebrados. Para culto i propagación de su creencia tenian ministros sacerdotales los cuales llamaban Chuques ó bien Jeques. Casi todas las naciones de- la Nueva Granada profesaban, con los Chibchas, el feticismo, algunas naciones, como los Tanez, habitantes de los llanos junto á Casa- nafe pertenecian á la excepción, i todas ellas fabricaban ¡5us mismos ídolos. Estos eran niui diversos , tanto en lo que representaban como en el mate- rial dé que se componían. Adoraban las figuras del sol i de la luna , las dedos hombres i las de las mujeres. Unas eran hechas de oro, otras de plata, como también de madera, de hilo i ;de cera. Su tamaño era diverso, ■ i* sieníó unas mui pequeñas i otras mui grandes. Se cuenta que cuando los Españoles descubrieron el lago de Guatavita, uno de entre ellos halló el adoratorio d^l pueblo de Iguaque, á donde tenian los Indios un niño de oro, el consorte de Bachue, su ídolo, tan grande i tan pesado que ni aun con Jas fuerzas que ganó con su avaricia i cupidez , pudo cargar con él. Los Indios , descubriéndole en su hallazgo , le acardenalaron el cuerpo de tal manera á golpes que le quitaron, bien á su pesar, el antojo de enriqui- iserse á costa de ellos. Renovó su tentativa en compañía de otros, pero no pudieron encontrar otra vez el ídolo. Los Indios lo hablan tomado i, ó fué enterrado, ó entregado en grandiosa ofrenda á las aguas de la laguna, i^ Vestían estos ídolos con mantas pintadas, que eran las de mayor estimación, i puestos en orden, siempre colocaban las figuras de la hembra al lado de las del varón. Como ellos adoraban el sol i también la luna, gpiisiderán- dola como su consorte, parece que no querían en sus demás ídolos, tener uno solo, sino siempre guardar la semejanza con los prímórdiales de estos, i hé aquí la razón de poner siempre juntos al hombre i á la mujer. Los sacrificios iumanos, hemos Adsto, eran mui raros entre los Chib- ■■ ■ . ■* chas i solo se ofrecían al sol i nó á los. tunjos. Las ofrendas que hacían ó estos, como á iSioses de segundo rango, eran también por ñledio \del sa- cerdote i consistían en esmeraldas i oro en polvo', 17 también en oro labra- ■ ai-- do en formas de culebras, zapos, lagartijas, hc^migas agúzanos, así como de casquetes, brazaletes, diademas, monas, 'zorras i vasos de oro. Ofre- cíanles también leones, tígreSj pájaros i vasijas *de barro con cómestíbles i 48 aun sin ellos. El señor Hamilton * en su viaje á la Nueva Granada con- siguió una dp las cülebritas que se encontrsnron en el lá^ de Guatavita i como mas adelante veremos, se halló muchor un ayuno riguroso de parte de los ofrendantes así como del jeque. Du- rante este tiempo no se permitían comer cosa alguna con ají, la salza^mas apreciable entre ellos i no se lavaban el cuerpo , cosa que en todo otro tiempo muí frecuentemente repetían. El contacto de los sexos era tanfoien prohibido. Concluido el ayuno ó Za^a, como ellos lo llamaban, entregaban su ofrenda al sacerdote, quien la presentaba á sus ídolos i les consi^ba sobre el éxito de las petíciones de quienes la daban , responHíenda7%n seguida, aquellos, según la inspiración que él creia haber tenido. Recibida la respuesta por los dueños de la ofrenda, como casi sieimpre era propiciaf* volvían llenos de regocijo i contento. Se lavaban entonces por primera vez el cuerpo desde que habían principiado á ayunar, qon cierta ^fruta comd ^especié de jabón que llamaban Guaba, sin duda la que conocemos éh^Bo- gota con el nombre de jabonera. Convidaban á sus deudos i parientes i ' pasaban algunos días en regocijo , cantando las leyendas de sus fléroes i antepasados, bailando i consumiendo grandes cantídades de chichá!^^ la tiGal tenían que transj|[)ortar sus mujeres. ' y r Estas ofrendas eran el efecto de una necesidad inmediata i no sabe- mos si ademas te^an en cada casa sus ídolos particularesV copo eran los Lar&s entre los Romanos , á los cuales de vez en cuando se ha'cian rambien ofrendas. ^ '. • "* No nos debe admirar que Igs Indios adorasen sus mismos retratos en íiguras de oro,; pues sjggun la creencia de algunas naciones, tenían en * J. P. -Hamilton travels ttirough the interior provinces of Qoloinbia. London 1827. 2 vols. 8vo. ^ 49 su mano el hacer dioses de los otros hombres , sus covivientes. Esta no 9- era en realidad la creencia de los Chibchas, pero si la de otros pueblos comarcanos, i do hai duda .que la relijion de los unos se contaminaba con la de los otros. Los Fijaos , por ejemplo , coü los Goyaimas i Natagaimas, habitantes los unos 'de las sierras i los otros de los valles de Neiva, Indios los mas v£ilientes que los Españoles encontraron, tenian naciones cuyo dios era el hombre. Estos no adoraban el sol, lu luna ó ídolo alguno. Creían que el hombre que moria ¡nocente se hacia dios i que protejia á aquel que le habia hecho el benefício de matarle, como también á su familia, mas nó á otra, gues*€ra pattijn ó dios mui especial. Para hacer del hombre un dios era necesario matarle con esa intención i expreso objeto. No 'podían para ello escojer un enemigo ó alguno perteneciente á pueblo contrario, ni uno de su mismo pueblo; era una guerra de amigos, i asi satisfacían su creencia con la sangre de caiñinantes, de mujeres i niños. Otros, como los Laches, ha- bitantes de la provincia de Tunja adoraban las piedras, pues creían que los ' hombres se convertían en piedras í que un día volverían á ser hombres. Asi mís^o adoraban su sombra, de modo que habiendo sol, siempre lleva- ban á sus dioses consigo , teniéndola en gran veneración , pues la considera- ría ban conA) dádiva del mas grande de sus dioses, del sol. No solo era la veneración de seres humanos peculiar á los antiguos Neo-granadinos; los Peruanos también participaban de la misma creencia. En primer lugar, los Incas, renombrados señores de estos pueblos, gozaban de adoración jeneral de part^ de sus vasallos i á sus cenizas se ofrecían dádivas i sacrificios. Se- gua^ algunos historiadores, cuando Gonzalo Pizaro mando desenterrar i que- mar el cuerpo del Inca Niracocha en Ilaquijahuana , los Indios recojieron sus cenizas coa profundo respeto i adoración, en una tínajuela^de oro, en Ta cuaj las conservaban, haciéndoles grandísimas ofrendas.^ En 'algunas pro- víñcias*adoraban ios Pemanos también á sus héroes i TTschudí opina que este culto tuvo su oríjen antes de que los Incas conquistasen aquellas co- marcas. Tenían tfdeúias otros dioses de familia que ^llamaban Mallquis ó Mantos^ los cuales no eran otra cosa que las momias ó esqueletos de sus antepasados depositados en tumbas (Machays)^ dispuestas de tal manera que con facilidad podían verlos i hacerles ofrendas. Los Japoneses también adoran los hombres que han vivido virtuosa- mente. Los antiguos Romanos tenian entre sus dioses privados i Lares á Antino, un bello joven que se ahogó en un viaje á Ejipto, en el Nilo. Su 5 50 amigo, el emperador Adriano, le erijió un templo, mandó se- hiciese anual- mente una fiesta á su memoria, i puso su imájen entre las constelaciones. Por último, aun en nuestros dias, tenemos los Santos de la creencia cató- lico-romana, que si no son objetos de adoración, al menos se les dirijen súplicas i son intercesores con el Ser Supremo. Vemos pues en otras creencias, entre otros pueblos, la veneración del hombre, al cual en su representación material ó en si mismo adoraban los antiguos Neo-granadinos. CAPITULO IX. Descripción de las oteas l&itiinas. Los Chibchas, según los Espafk)les los encontraron cuando por pri- mera vez llegaron á Bogotá, eran pequeños de estatura, gruesos i bien for- mados, del color rojizo peculiar á la raza, ojos horizontales i nariz ancha. La frente pequeña i deprimida, los huesos de los cachetes (los malares) prominentes, i labios gruesos; sin barba hasta una edad avanzada. He preferido retardar esta pequeña noticia por la coneccion que tiene con la Lámina 11 que representa dos cráneos de los Indios de la provincia de Vélez. Estos, en común con los de muchos otros Indios, muestran la depresión del hueso frontal, especialmente el cráneo n° 2. Mui notorio es que los antiguos Indios usaban de artificios mecánicos para producir, un cambio semejante en la forma normal de los cráneos humanos; es decir, ataban fuertemente tablillas á la cabeza de sus hijos, la cual al creóer to- maba la forma que ellas le daban. Sinembargo el señor Tschudi ha pro- bado de la manera mas completa que no solo á esto se debe la forma de estos cráneos. Su opinión, fundada sobre el examen de fetos encontrados en el Perú, es que aun en estos, es decir, aun en la criatura antes de na- cer i por supuesto antes de que la mano del hombre le haya dado forma alguna, se encuentra la depresión del hueso frontal i forma ovalar del crá- neo, de modo que podaos colejir sea esta una forma peculiar i caracte- rística de los cráneos peruanos. Poco se necesita para suponer una pecu- liaridad tal á los cráneos de los Neo-granadinos, pero hasta que nuestras investigaciones no sean coronadas con un éxito tan favorable como las del 51 señor Tschudi, no podemos atribuir esta depresión, entre nuestros Indios, sino al efecto mecánico de las tablillas, i^ La fígura 3* representa el perfil de un pendón de huso, hecho de barro, i encontrado en Neira, provincia de Antioquia. La otra es una vista perpendicular del mismo, representado jeométricamente para evitar el efecto de la perspectiva, que acortaría las lineas que le sirven de adorno. El arte del alfarero parejee haber sido uno de los mas cultivados entre la^ naciones de América. Del alfarero encontramos obras que ni el escultor ni el platero produjeron, si bien es cierto que la ejecución es mu- cho mas fácil en el blando barro; pero en la idea, en el modelo, queda siempre el arte impreso. Me parece que los escultores entre los Indios no acostumbraban primero modelar i luego esculpir, como ahora se usa, sino que de la maza de piedra, una vez concebida la idea, al momento escul- pían, i ciertamente el alfarero no usaba modelo alguno. Este no poseia el torno que hoi se usa en la alfareria i hacia sus figuras á pura ma- no, lo cual realza el valor de aquellas que están bien hechas. Aun hoi se encuentra este arte entre los Indios de la Nueva Granada con una per- feccijQn admirable. El modo de cocer el barro, era, como el señor d'Or- bigny lo describe, respecto á otras naciones, al aire libre, ó bien en un hoyo que hacian en la tierra i luego llenaban con sus obras i el combus- tible con que las cocian. Las siguientes láminas representan las produccio- nes de este arte entre los Armas. Lámina IIL Representa una fígura humana, acurrucada, ó en una posición ^mui semejante. Es hecha de un barro amarillo rojizo , i aunque orijinalmente tenia su barniz ó vidriado, ya se le ha caido, quedando solo en mui pocas partes visible. Esta figura es hueca i como vemos en el per- fil, (Lám. IV fig. 1) tiene en la cabeza, por detras, un pequefo agujero (a). Por aquí la habian llenado de oro en polvo, con el cual se encontró, en Neira, cerca de Salamina, provincia de Antioquia. Era pues este sin duda un receptáculo que usaban los Armas para el oro en polvo con que hacian sus ofrendas en los adoratorios. De alto tiene algo mas de 28 centímetros i 15 en la parte mas ancha. Lámina IV. Fig. 1", representa el perfil de la figura anterior, redu- cida al cuarto del tamaño natural. Fig. 2" es un crisol de los que los Armas usaban para derretir el oro. He preferido este al dibujo que de otro crisol también hice i que había sido usado ya, como bien lo mostraba lo enegre- 52 ciflo que estaba por el fuego, por ser este mas regular ea su forma i es- tando aun nuevo, se pueden ver las pequeñas líneas que le sirven de ador- no. En algunos de estos crisoles aun se ha encontrado el oro derretido. Tiene 5,2 centímetros de alto ¡ 4,5 en lo mas ancho. La Fig. 3* es una pequeña taza que parece había sido ya ú^ada en la cocina por lo enegre- cida que está. En la parte superior representa el pecho de una mujer con los brazos cruzados i de una cara irregular, cuyas narices en lugar de fre- nillo no tienen sino un agujero que las traspasa. La figura es un tercio del tamaño natural. Fig. 4« i 5" son un aderezo labrado en piedra verde que parece ser chisto de talco [talkschiefer). El centro de la fig. 4* es hueco i por los agujeros sin duda pasaba algún cordón que la unía con el tejo ó tapa fig. 5". La figura es del tamño natural No me parece haber duda, que la preferencia que los antiguos Neo- granadinos tenían por las piedras verdes, era á causa de las esmeraldas que siendo del mismo color, tanto apreciaban i con las cuales tal vez con- fundían otros minerales. Fig. 6^ representa una taza muí bien hecha i de muí regular forma. A los lados tiene las orejas, que sirven tanto para la cara de adelante como para la de atrás, pues tiene dos. En cada una de las orejas, ademas de un pequeño agujero, se vén dos botoncitos de* oro i lo mismo en las narices, á donde ademas se vé, pendiente al frenillo, el curicuris ó alhambre torcido que los habitantes de Cali usaban. La figñra es un tercio del tamaño natural. Todas estas figuras son de loza ó tierra cocida, excepto las 4*" i 5*, i todas provienen de Neira. La fig. 7* representa una cara risueña, también hecha de barro. Orijinalmente debió estar uifida al cuerpo pues por detras se vé palpablemente que ha sido rota. La co^ roña que al rededor de la cabeza tiene, nos dá una idea de las que usa- ban los Indios. Las narices, como en la fig. 3', solo tienen un agujero ein lugar de frenillo. Esta figura es sólida i pesa bastante; en la lámina está reducida al tercio del tamaño natural. Se encontró en Sonson, provincia de Antioquia. Coiicluuiloil* Se creyó que uno de los tunjos encontrados en el lago de Guatavita, tenia semejanza con los ídolos del Hindostán, según cita, entre otros, Bradford en sus Antigüedades americanas (p. 142). Para cerciorarme de esta opinión, he visto casi todas las obras que han apare- cido con láminas, acerca de las antigüedades de los Hindos, pero en nin- 53 guna parle he encontrado cosa alguna que siquiera se asemeje á los tunjos de nuestra Lámina I. Es pues de creerse que esta fué una prematura idea, de lo cual puede mui bien cerciorarse el lector comparando la Lámina I con cualesquiera obras de los Hindos. Ademas, si comparamos las creencias mitolójicas, los usos i costumbres, i el grado de civilización de estos dos pueblos, hallamos una diferencia tal, que ya esto nos haría desistir de buscar comparaciones. Es cierto que el señor Duquesne dice que los Chibchas representaban á Bochica con tres cabezas, en lo cual podíamos ver al momento el Trirmirti de los Uindos. Sinembargo este dignísimo autor escríbió ya cuando la raza chibcha estaba casi extinta i sus ideas ya mui mezcladas con las del Ghrístianismo , para que se pueda creer todo lo que entonces los Indios podian relatar á nuestro autor, pues en ninguno anterior he visto por segunda vez expresada la misma opinión. Las fíguras de las otras láminas, en tierra cocida, retienen el carácter jeneral que pertenece á las obras de los antiguos Americanos, aunque se note sinembargo un estilo particular. Siendo tan corto el nú- mero de estas, no me parece de ninguna utilidad, al presente, dar una comjparacion con obras semejantes del nuevo i del antiguo Continente. El estudio de la arqueolojía comparativa pertenece á los mas intere- santes que se pueden presentar al arqueólogo americano. Una vez que la etnoibjia i las otras ciencias han encallado al ti^atar de solver la gran cues- tión con respecto á la América, el oríjen de su población, no debe dejar pasar el arqueólogo americano, un momento sin tratar de solver la cuestión i hacer lín descubrimiento digno de la época en que vivimos. El estudio de las lenguas americanas ha sido de los mas profundi- zados acerca de América; sinembargo, los resultados que ha dado son mui escasos i las conclusiones, siendo solamente basadas en analojías filolóji- cas, de mui débil fundrimento. Las bellas artes, junto con el estudio pro- fundo de los pueblos americanos, son nuestra inmediata esperanza i ellas serán las que deben solver una cuestión de tanto momento, como es el oríjen del Americano, si no solo uno, sino muchos unen sus fuerzas para buscar la verdad. Hombres como Humboldt, Rivero, Tschudi, Kingsbo- rough i Stephens nos han precedido ¿quien no seguirá sus huellas? I Quiera el cielo que encontremos cooperantes, no solo en nuestra patria sino en el mundo entero, á cuyos talentos, á cuya ciencia debamos 54 nuestra iostruccion i el Indio investigaciones rivales de aquellas que son el mayor honor de los pueblos clásicos de la antigua Europa ! Conténteme solo con añadir mi deseo de que pueda esta cortísima é imperfecta noticia de las Antigüedades de nuestro suelo patrio, producir algún efecto entre mis compatriotas. ¡Ojalá despierte el gusto por la ar- queolojia patria ; pues de ningún modo mejor veria yo coronado mi peqj^eño escrito que si en lo sucesivo hubiese producciones arqueolójicas de nuestro país, dignas del objeto de que tratan i de sus autores. Séanme estas pá- jiñas un ameno precursor en mi país, puedan ellas ¿illanar un tanto el ca- mino que pienso seguir ^ i mas que voluntario dedicaré mis fuerzas, mi vida, al objeto mas honroso i que mas anhelo; al estudio de mi patria. ^í Notas. 4. (páj. 4) Es raui probable que pronto se ertcuenlcen mucbos mas de estos restos de una grandeza indiana desconocida por nosotros hasta ahora, pueir, según relaciones privadas, aun se han visto otros en las partes mas frías de la planicie de Bogotá. Según el señor Vélez Barrientos mismo, encuéntranse tambieú estas columnas en Ramiriquí, como en otras partes, trazas de piedras que parecen haber sido labradas. Una hora antes de llegar á Pandi, yendo de fiogoiá, se encuentra una roca mui grande de cuarzo, i con un nicho, al rededor del cual se encuentran pinturas coloradas. De estas he visto yo en nuestra hacienda. Canoas, una i el color tan fresco, que después de haber re- sistido por mas de trescientos años la intemperie aun se hallan las figuras en muí buen estado. ' t, (páj. \0) A quienquiera estudiar la nación japonesa recomendamos, como la mejor obra que ha aparecido sobre la materia, la del señor Phil. Pranc, Siehold, Nippon, Archiv zur Beschreibung von Japan. Leyden 483^—48591. 3. (páj. 4 6) El Padre Simón escribe Turachogue, pues según él, tura quiere decir mujer i chogzie significa cosa buena. Kingsborough's Mexican antiquities vol.'YIU p. kt\. 4. (páj. 4 6] Nuestros Chibchas han seguido aquí la rutina común del mundo; i es curioso ver cómo el agua ha sido entre la mayor parte de las naciones el elemento primordial. Sabemos que el Brama ó Ser Supremo de los Hindos, crió primero las aguas i en seguida el huevo primordial, el cual él mismo habitó por un año, absorto en contemplación de sí mismo, i del cual salió todo lo criado. Según la mitolojía de los antiguos Griegos, el jérmen de todo lo criado fué el agua, la cual de sí misma enjendró un barro viscoso. Los dos produjeron una serpiente ó dragón con tres cabezas; la una de toro, la otra de león i la última la de un dios. Esta serpiente produjo un huevo que dividido en dos partes se convirtió la una en la bóveda celeste i la otra en el suelo terrenal. De las cuatro estaciones ó creaciones del mundo según la mitolojía azteca, la primera fué la del agua también. Según los Mejicanos i Peruanos, los jérmenes, si nó de su existencia material, sí de la^moral, también salieron ambos de las aguas ó de las orillas de ellas; estos fueron Manco- Gapac i Quetzacoatl, los cuales equivalen al Nemterequeteba de los 56 Ghibchas i todos Ircs se parecen mucho al redentor del mundo, Jesucristo. Los Escandinavos también atribuían al agua conjelada, la creación de su gran jigante i de la tierra. En fín, no haí casi nación que no tenga mezclada en su milolojía el poder del agua. En la relijion cristiana es el diluvio universal, una de las mas memorables épocas en la historia del mundo. 5. (páj. \1) Muí jeneralmente se atribuye este famoso hecho á ííemte- requeteba, como está la historia divulgada en Bogotá. Aun escritores modernos de mucha nota, han dado como el héroe de esta relación á Nemterequeteba, en lo cual han seguido lo que jeneralmente oian, pues así se cuenta la historia. 6. (páj. 4 8) Guesa quiere decir errante, ain casa, pues no la tenia en esta tierra. Llamábanle también QuiJiica que quiere decir puerta, pues su sa- crificio anunciaba cada quince años la apertura de un nueva ciclo. - I 7. (páj. 23) Como dice Wiikinson, hablando de los Ejipcios, que aun careciendo de letras i siéndoles imposible describir un individuo, sus hechos .i ocupación, solo tenían un medio para hacerlos conocidos á la posteridad, i este era, enterrando con el muerto, aquellos objetos mas característicos que le hablan servido en su vida; i que tal vez su valor i hazañas le habían procu- rado. Estos eran las alhajas, que mostraban su riqueza, sus armas su valor etc. ¿No seria posible que la misma costumbre, corrompida por pueblos menos cul- tos, viniese á dejenefar en una creencia mitolojíca i luego enterrasen alimentos i compañeros con sus finados deudos? 8. (páj. 24) Para dar una idea, al menos, de algunos de estos túmulos ó sepulcros, daré lo que dice Gochrane, de los que él descubrió junto á Gua- tavíta. Este capitán ingles viajó en la Nueva Granada en 4 822 i 23, i sus es- critos acerca de su viaje son unos de los pocos interesantes que en ese tiempo aparecieron en Inglaterra sobre Colombia. Después de haber visitado la laguna de Guatavíta i hecho varias exctir- siones en sus cercanías, pidió permiso al intendente de Bogotá para abrir al- gunos de estos túmulos, le cual el fué concedido. Excavó muchos, pero como casi todos eran Iguales, describe solo uno que debió ser el sepulcro de algún grande, según él cree. Como él dice, ya que en los valles ó lugares bajos era donde la jente que menos valia enterraba los restos de sus parientes, mien- tras que los grandes enterraban á los suyos en la cima de los cerros, subió á estos guiado por uno del país. El lugar del sepulcro que él describrió, lo indi- caba externamente una concavidad en el suelo i estaba en una elevada i bella posición. Después de excavar como pié i medio de tierra arable , llegóse á una grande laja de piedra, como doce pies de largo, ocho de ancho i nueve pul- gadas de grueso, una especie de piedra arenisca. Para sacarla fué necesario romperla en dos pedazos i aun así fué necesario mucho trabajo antes que se pudies^. destapar el sepulcro. Este había sido excavado en la roca arenisca i la laja reposaba en un borde hecho al propósito. Después de removida la tapa se encontró tierra, en seguida arena, pero de tal manera comprimida, que pa- 1 57 repia'ser la roca primaria, sinembargo en rompiendo un pedazo, pronto se re- ducía á polvo ü granos de arena , lo que no sucede con la verdadera arenisca oríjiñal. Guando la excavación llegó á ocho pies de profundidad, se encontra- ron algunos utensilios de tierra cocida, de toscas construcción i pintura. Algu- nos de estos habían servido para contener la chicha, en otros se había coci- nado, pues bieiir se podía ver en lo enegrecidos i marcados que estaban del fuego. A los catorce pies de proíundíded se encontraron huesos humanos , los del muslo i })rdzos, pero ni la cabeza ni dientes. Después de haber excavado hasta treinta ■píes se dio olra vez con la roca primitiva, probando que nunca se bahía excavado mas i que hasta allí llegaba la sepultura. Como" en ninguno de los sepulcros que excavó el señor Gochrane se encontró otro cosa que uten- silios .^ de loza , dedujo que en las inmediaciones del lago no enterraban al muerto con sus riquezas, sino que estas eran ofrecidas á sus dioses en la la- guna. Journal of a rcsidence and travels in Colombia, during the years 4 823 — 24 by Capt. Charles Stuart Cochrane, London 4 825. 2 vols. 8vo. vol. II. p. 2 5 3. En otras partes sí sabemos que se enterraban con los difuntos sus riquezas, como lo han probado ya muchos que han tenido la fortuna de encontrar semejantes sepulcros. Así Saacke encontró ademas del oro, ufénsílios i armas en uno que descubrió junto á Marmato. Este era re- dondo, de cerca de seis pies de hondo i cuatro en diámetro. Esto claramente nos muestra que los enterraban acurrucados, de la misma manera que prepara- ban ^us momias. J)enftüürblge ©rinnerungen auS elncr bieriá^rigen (Heife but¿& «éollanb k. ín bíe mittieren ©taaten bon ®üb«2tmeríca» SBoIfenbúttel 4 844. 2 vols. 8vo. vol. lí. p. 60. ■ 9. (páj. 24) Según parece, no usaban nuestros Indios lo que nosotros llamamos nuina (poncho) i Acosla es de opinión que esta moda vino del Perú. Hoi en día es uu vestido tan común en Sud-América, que casi es característico. En . mis viajes en el Sud de Baviera i en el Tirol , he tenido ocasión de ver la ruana usada por los habitantes del antiguo Continente. Los carreteros son los únicos que las usan i son hechas de una tela tosca i de color ceniziento. parecida á la de las camisetas ó capisayos que usan en tierra caliente; son tan anchas como las espaldas solamente, pero muí largas por delante i por detras. No es su vestido común i solo lo usan cuando llueve. En un bello cuadro al óleo que vi en Monaco, la ruana del carretero era pintada exactamente como una de las nuestras^ Parece digno de examinarse si nosotros recibimos la moda del antiguo Continente ó si aquí se ha aprendido de los Americanos. Acerca del calzado de los Chíbchas no se qué decir, pues los autores no dan id^a alguna de si lo usaban ó nó. Sabemos que los Peruanos sí usaban sandalias, que llamaban tisuta en lengua quichua, i ademas el señor d'Orbígny nos ha dado ta figura de un pié , parte de una estatua , (Pl. 6 de sus Antigüe- dades) á donde se encuentra también una usuta. A mí me parece muí proba- ble que los nuestros usasen también sus sandalias , las cuales fueron el proto- 5* 58 tipo de las que ahora usa nuestra jente del campo con el nombre qttimbfí. £sta es hecha de un pedazo de cuero sin curtir, el cual se. corta según la forma de la planta del pié. El pelo se pone para arriba de modo que la planta del pié no sufra tanto la rijedez del cuero. Esta sandalia ó suela se sostiene por medio de tres cuerdas; una que vá al rededor del carcañal i dos, partiendo de esta, pasan por los tobillos i sobre el empeiife, \ reuniéndose en una, entran por medio del dedo mayor del pié i el siguiente i se afíanzan otra vez en la suela. Estas son pues exactamente las mismas san^^lias que los antiguos Ejipcios usaban i no se sabe de cierto si eran orijinale^ en la Nueva Granada ó Hls llevaron allí los Españoles. 10. (páj. 25) Aun he alcanzado yo a ver el Chircate, vestido común de las Indias habitantes de la planicie de Bogotá. Es hecho de lana i muí gmieso ; casi jeneralmente de color de chocolate, oscuro i hacia la extremidad dos rayas de lana colorada. De ancho tiene la altura de la que lo usa, de la. cintura al tobillo..! de largo lo suficiente para dos ó tres vueltas. Su Chumbe es una faja como de cuatro dedos de ancho i también de lana colorada. La mantilla española ha sustituido el manto que antes usaban i en jeneral están abandonan- do mui aprisa estos restos peculiares á sus antepasados. El pintarse los Indios no es costumbre peculiar á ellos pues aun ^ usaba en el antiguo Continente. Plinio dice que Verrius cita autores mui creíbles, los cuales afirmaban que se pintaba el pedestal de la estatua de Júpiter en los días de fiesta entre los Romanos, i que los jenerales triunfantes se pintaban con minio su cuerpo, que es de color rojo. (Plin. lib XXXIII, 36.) Ademas, se usaba esta costumbre de pintarse entre nuestros Indios no solo con los colores, sino con ellos mezclados con graza i algunas naciones usaban el aceite- de tortuga en el Orinoco , lo cual bien sabido es , era costumbre usual entre las antiguas naciones del Sud del antiguo Continente , como entre los Ejipcios, Griegos i Romanos, entre los cuales aun duró hasta el tiempo de Tarquípio, pues según Ennius ,,Tarquini corpus bona foemina lavit et unxit,^' (Plin. XIII, 3.) Esto es mui claro, pues la cutis tostada por el calor del sol, vuelve á su elasticidad natural por medio de la graza. El vestido de los Indios de Caquetá es algo parecido al de los Chibchas ; yo tuve la ocasión de verlo i no siendo conocido jeneralmente , me parece no dejará de interesar á algunos su descripción. El manto principal es cilíndrico-cónico, con dos aperturas en la parte superior , por donde sacan los brazos. Es hecho de la corteza de un árbol de la manera siguiende : cortan del tronco de este, un trozo tan largo como tiene de alto el hombre que vá á usarlo i luego le quitan la corteza , la cual puesta en agua i machacada varias veces sflelta la parte leñosa i solo queda el jtisu celular ; una especie de lino blanco pero tosco. El manto que yo vi tenia la orilla inferior pintada de azul, en semicírculos juntos, en cuyo centro habia un punto: 00^:^. En la cabeza traen los de mas rango una corona de una pulgada de ancho, hecha de las alas externas 59 (le un coleóptero verde, las cuales encajan unas sobre otras. Por detras pó- nense^en esta corona, perpendícularmente, varias plumas grandes i de los mas primorosos colores. El pelo lo tienen echado para airas í con su peine lo sujetan, que es de jpalo i á manera de los que llamamos peines tupidos. Sobre las or0^s tienen dos palillos que proyectan á los lados de la cara i en cuyo extre- mo bai en cada uno un cordel con bellísimas i pequeñas plumas. Al cuello tr^en sartales de los colmillos de tigres i otros animales feroces que ellos mis- mos ban^ de .haber matado i en lo cual se conoce el rango i valor del que los trae. Sus armas son la flecha i la macana , hechas del palo negro i duro que también se llama macana. Ademas traen sobre las espaldas varios pájaros <]isecados, de los mas bellos que han cojido. Son ademas muí industriosos i expertos en el laboro de la tierra cocida. 'Ai, (páj. 27) Acosta dice que el P. Simón dá como lugar destinado pará^ este templo,^as cuadras de Porras, al norte de la ciudad de Tunja i opina qpeí*, ^como vemos en el texto, asi trataba de explicar su existencia. Ya varías veces be hecho alusión al descubrimiento del señor Vélcz Barrientes , cuyo templo SQgun Acosta mismo dice, es aquel á que se refiere en el texto. Según el señor Yélez Barrientes este edificio está entre el camino de Gacha^tivá á Moniquirá i tiene una extensión de 45 varas de largo i 22 de ancho; está edifídado según la lonjitud, de oriente á poniente. Las columnas visibles son 29, cilindricas i muí bien trabajadas. Sinembargo, como dice nuestro autor, no se pued^' afirmar que esta sea toda la extensión del edificio ni este el número to- tal de Id's columnas, pues están de tal manera dilapidadas que lo mas que proyectan sobre la superficie es vara i cuarta. Algunas están en línea recta i tan juntas unas á otras que solo distan una media vara. Bulletin de la Socíeté de Géographie de Paris. Aoút 18 47. páj. 97 i sig. 12. (páj. 29) Como nuestro compatriota Joaquín Acosta dice, pertenecía esta costilla á animales antidiluvianos, cuyos restos se encuentran mui á me- nudo ^n las cercanías de Suacha. El barón Cuvier (en sus „Ossements fossiles") ha descrito varios, i entre otros se encuentran los restos del jigantesco Megate- riü. No es de admirarse que los Indios adorasen esta costilla, pues según se dice, en cierta ciudad de Italia, se tiene como reliquia un fémur (hueso del muslo) de uno de estos animales i se toma por el de San Cristóval i como á tal lo veneran. 13. (páj. 31) El Dr. Joly ha descríto una de tres años. Era una hem- bra i su cabeza pertenece á aquella clase que se ha nombrado brajicéfála , es decir, cabeza corta, ó cuyo eje del hueso frontal al occipital, es mas corto que el otro á ángulo recto. Las mantas en que estaba envuelta eran mui finas I bien trabajadas. Mui doloroso nos es ver que su procedencia fija no se sabe, pues dice el autor que se encontró en las montañas de la Nueva Granada. Mé- moires de TAcadémie des Sciences de Toulouse. 4"* ser. t. L páj. 251 , con una lámina. 60 14. (páj. 34) Ya que nos es imposible dar una historia del platero en América, aun siquiera saber qué edad podemos juzgarles á los tunjos de oro que representa la Lámina I, tal vez no dejará de interesar algo do^ la historia en el antiguo Continente i así he resuelto dar, aunque en abreviatura por de- cirio así, una corta revista, notando lo difícil que es distinguir la fábula, de los hechos históricos. Hallándose que los metales no se rompían tan fácilmente como la loza i que se podían hacer vasos i otros utensilios de ellos, la comodidad- los hizo preferir en ciertas obras. El oro i la plata fueron los primeros, en este grupo, pues se pueden fundir i labrar muí fácilmente i sobre todo se encuentran -na- tivos en su estado metálico. El lujo hizo luego la preferencia por el oro. En uno de los libros mas antiguos que poseemos, la Biblia, en ios es- critos de Moisés ya, hai muchos pasajes que muestran lo muí temprano qne se comenzó á cultivar el arte del platero. Jehova le dice á Moisííl * que las ofren- das que se le debían hacer eran oro, plata i cobre etc., le dá la descripción minuciosa del altar que debe edificar, la mayor parte de oro, para poner las tablas de la leí, i entre otras cosas le manda que se hagan dos Querubines do oro cuyas alas se extiendan sobre la tapa del altar. En fin le dá tales direc- ciones que bien se deja ver que ya en esos tiempos trabajaban mui bien el oro. Quién descubrió este metal i lo usó por primera vez, es para nosotros un enigma insoluble. Sinembargo Plinio dice** que fué Cadmus, fenicio, quien encontró el metal en el monte Pangaeus i también aprendió á fundirlo.' Nota ademas el mismo autor que otros atribuyen el descubrimiento del orcJ' á Thoas i Eaklís en Panchaya ó á Soldes, hijo de Océano. Cadmus se supone viajó en Grecia por el afo 1493 A. C. Lo cierto es que desde la antigüedad mas remota se usaron ídolos, utensilios i aderezos de oro puro. La experiencia mostrando, sinembargo, que el metal era demasiado hlando, se vieron obligados á mez- clarlo con otros para aumentar su dureza i su volumen. Según Aristóteles, quien primero fundió los metales i enseñó á ligarlos fué Lydus. f Baste esta noticia histórica acerca del descubrimiento del oro, que en- contramos en los autores profanos, i veamos quien lo usó primero. En los li- bros de Moisés, se habla de Tubalkain hijo de Lamech, perteneciente á la sesta jeneracion de Adán, como un platero renombrado. í Inútil seria recorrer aquí todos los pasajes en que notamos el arte del platero mencionado en los libros de Moisés, bástenos recordar el becerro de oro de los Israelitas, obra jencral- mente conocida i de las mejores producciones ejipcias, como también el anillo de oro i los dos brazaletes que el sirviente de Isaac, á quien había enviado Abrahan, regaló á Rebecca. f * Génesis XXV lib. 2» v. 3 i sig. ** Plinius, Historia natur. lib. VII, 57. X id. XXIV, v. 22. + id. i Génesis I. Gap. 4 v. 22. 61 Aun de los tiempos mitolójícos tenemos noticias de los labores de oro, pues según Homero, Yulcano trabajó en oro i plata el cetro de Agamemnon i también la rodela de Aquiles, hecba de bronce, estaño plata i oro, compuesta de cinco plancbas i en la superior varias figuras gravadas perfectamente. Esta obra sínembargo se atribuye á un platero mui conocido en la antigüedad , á Cedalio. Es mui incierto cuándo se hicieron las primeras estatuas de oro. En los tiempos mas remotos, sabemos que los Ejipcios usaban ídolos de oro, pero su forma nos es desconocida. Paussanias dice que el arte de fundir el metal í hacer de él formas en una matriz, aun no era conocido en el tiempo de Ulíses i que las estatuas- se hacian como un vestido, á pedazos i sucesiva- mente. Asegura el mismo autor que los primeros que vaciaron una estatua fueron Rhaecus, hijo de Philaeus i Theodorus hijo de Telecles, ambos naturales de Samos. Este último fué el que gravó la bella esmeralda de Polycrates i se- gún Plinio,* el que inventó la regla, el nivel i la llave. Descríptio Grecia e, lib. VIH c. 4 4. Arcadia. Plinio nos dice que la primera estatua sólida i de oro que se hizo, i que precedió á las macizas ú holosfíráticas, de bronce, [oes) debe haber estado en el templo de Anataide, cuya divinidad era mui venerada por su pueblo, los Armenios, que vivian en una provincia de este nombre, en el Eufrates. ** Según el mismo autor, fué Gorgias el primer hombre cuya estatua se hizo de oro, i costeada por sí mismo. Gessler, sinembargo, dice que todos los demás autores convienen en que fueron los Griegos quienes erijieron esta esta- tua al magnífico orador de la sétima Olimpiada. Este pues fué el principio, i estas las obras que se dieron á conocer al mundo. Después siguióse usando el oro para todo i con un lujo que realmente nos admira. Desde aquí, sinembargo, es la historia del platero mas fácil de seguir i también tan extensa , que me parece suficiente lo que ya he dicho ; lo subsecuente no teniendo tampoco probabilidad de haber influido en algo el arte en América. 15. (páj. 34) Aun se conserva en la Nueva Granada este gusto parti- cular por las decoraciones i labores complicados, como se puede ver cada dia en las totumas que labran los habitantes, de la fruta del totumo (Crecentta puj'etes). La fruta, que es de varias i distintas formas, siempre inclinándose, en las normales, á la esférica, se divide en dos partes, para hacer una totuma, i se limpia bien su interior, quedando así trasformada en dos hemisferios huecos ó totumas. En la epidermis verde se pueden cortar fácilmente las formas i figuras que se quiera i así queda expuesto el hueso blanco de la fruta. En el mismo estilo pero de una manera mas curiosa se labran los palos de los fuetes (zurriagas) que nosotros usamos en el campo. El palo se toma aun con la corteza verde i en esta se * Hist. nat. VU, 57 (de las antig. ed. 56). ** Hist. natur. lib. XXXIII, 24. 6 62 labran las figuras que se quiera, lo que fácilmente se puede hacer con cual- quier instrumento por poco cortante que sea. Una vez hecho esto, habiendo removido la corteza en las partes labradas, se introduce el palo en ascuas no mui vivas i se tiQne cuidado de darle vuelta. Al cabo de un rato se saca , i aquellas partes de donde se habia removido la corteza, habiéndose carbonizado con el fuego, están negras, mientras que el resto, resguardado por la corteza, queda del color orijinal del palo. Luego se quita el resto de la corteza i así queda el palo pintado de blanco i negro. 1 6. (páj. 47) Entre los Indios no solo estos se han valido de este arbitrio para ocultar sus tesoros á los Españoles, pues lo mismo hicieron los Peruanos con la famosa cadena de oro (Huasca) que el Inca Huayna-Capac mandó fa- bricar en honor del nacimento de su hijo primojénito, Intinesi-Huallpa-Huascar, la cual dicen fué arrojada á la laguna de Urcos. Según Zarate, era esta cadena del grueso de la muñeca de un hombre, i tenia de largo 350 pasos, que son 700 pies i tomaba dos costados de la plaza de Cuzco. (Rivero i Tschudi anti- güedades peruanas p. 213). Aun los mismos Españolea siguieron el ejemplo de los Indios, pues en la guerra de nuestra independencia, depositaron en el rio Bogotá al retirarse, gran cantidad de Platina i aun tenemos fresco en nuestra memoria el desagüe que se hizo pocos años ha para sacarla. 17. (páj. 47) Entre los antiguos, dice Plinio que no se se ha hecho otro uso del oro en las ofrendas que para dorar los cuernos de los animales que se ofrecían i esto solo cuando eran grandes. (Plin. lib. XXXIII, IS.) 18. (páj. 51) Últimamente ha habido alguna controversia acerca de estos cráneos. En el condado de Grafenegg en Austria i en varias otras partes des- pués, se han encontrado cráneos cuya forma es tan idéntica con la de los pe- ruanos, que el señor Tschudi creyó fuese este cráneo uno traído del Perú. Fitzinger con otros, dice que estos cráneos son orijinales en Europa i que per- tenecen á la raza de los Avareos, quienes en 563 habitaban en Panonia i en una parte de Austria. A la identidad con los cráneos peruanos se une la que tienen con los neo-granadinos, pero como esta cuestión está fuera de nuestro plan, contentóme, sin tratar de decidir si en Europa también hubo un pueblo cuyos cráneos eran idénticos con los de los antiguos peruanos i neo-grana- dinos, con solo notar esta semejanza i referir al lector á las excelentes memo- rias que sobre la materia se han publicado. L, J. Fitzinger, Ueber die Schádel*der Avaren. Denkschriften der Kaiserlichen Academie der Wissenschaften, 1853, t. 5 p. 21 ; á donde se encuentra todo lo relativo á esta materia. Vid. nota 12. APÉNDICE. TRES capítulos DE LA TERCERA NOTICIA DE LA SEGlJiNDA PARTE DE LAS NOTICIAS HISTORIALES DE TIERRA FIRME EN EL NUEVO REYNO DE GRANADA POR PEDRO SimOM. Año 1624. CAPITl'LO I. 1 . Las pérdidas y desgraciados Fines , que han sticedido j*n /as Jormuhts que se han hecho en demanda del Dorado, 2. Dase noticia de dónde tuco Principio este nombre de¡ Dorado , y cómo fué el nuevo Rey no. 3. Comiénzase á dar la Razón y Fufidamento que se turo^ sobre que se fundó la primera Nofiaa. \. La ocasión á que hemos llegado con nuestra historia « nos la dá, para que sin pasar de aquí, demos noticia de los principios que tuvo este nombro de la provincia del Dorado , aunque dejamos ya tocado algo de esto de paso en la Primera Parte, por haberlos tenido de csle Reyno Nuevo de Granada, y la verdad que hai en ello ser hija legítima de esta historiu , ^ aunque el nom- bre se le puso en la ciudad de San Francisco de Quito en los Reynos dol Perú , desde donde ha volado por tantas partes , que pienso hai pocas , aunque sean remotas , no solo en este Nuevo Mundo , sino aun en todas las otras par- tes de él, por donde no esté extendido este nombre i noticias de las provin- cias del Dorado , que ha sido ocasión de dejar á tantos no solo desdorados^ sino perdido sus haciendas , casas , y vidas ; no habiéndose perdonado nada de esto en los descubrimientos que se han intentado de las tierras que publica esta fama , fingiéndolas cada uno donde quiere y poniendo la proa de sus di- ligencias para donde lo gobierna su pensamiento sin mas luz que unas ciegas relaciones, que algunos dan sin bastante fundamento. Si bien es verdad, que todas las enderezan hacia el corazón y entrañas de esta tierra firme, de quien solo están habitadas de Españoles todas sus riberas en redondo del Mar de que está cercada : porque lo está por una parte de el del Norte , por otra , del mar de Etiopia , por otra del estrecho ó canal de Magallanes , y por la otra del mar del Sur; de hacia donde corre y vacia en el mar del Norte por las Bocas del Drago el famoso rio Orinoco : por cuyas feroces aguas suele meterse el áni- mo y brio Español , como hemos dicho en nuestra primera parte , lo hizo Don Diego de Ordas, y Don Pedro de Silva y otros muchos , porque desde las már- genes de este rio, que subiendo por él demoran á la mano derecha hasta las del rio Papamene , que bajando por las provincias del Caguán , que está á las espaldas de este Nuevo Reyno , entra en el mismo Orinoco ; cerca de sus 66 bocas fingen las de los que dan estas noticias, están las del Dorado: en cuya • demanda se han puesto en ejecución grandes y costosas jornadas , trasegando mares y ríos , trastornando tierras y provincias de dificultosísimos caminos, estalages, y habitaciones ; sin haber surtido otro efecto que pérdidas de fami- lias , que á la fama de este nombre campanudo del Dorado , no han reparado en dejar sus tierras en los reynos de España , y venir á buscar su perdición i total ruina de que son buenos testigos los lastimosos fines que han tenido quantos han intentado estos caminos i entradas ; sin que haya habido uno de los muchos que se han puesto á ello, que le haya sucedido otra cosa que calamidades sin .un dia de descanso ; que no deja de ser ocasión de espanto, ver que todos los que intentan esto , corren igual fortuna de desgracias. Cuya verdad nos desempeñan los sucesos referidos en la Primera Parte de las jorna- das de Don Diego de Ordas por el Orinoco , las de de Don Pedro de Silva ; la del capitán Juan de Cerpa ; las del capitán Antonio de Berrío desde este reyno , y la del capitán Domingo de Vera : cuyos fines han sido lastimosas tra- gedias, celebradas con tristes y mal ejecutadas lágrimas que duran hoy. 2. El fundamento pues que hubo , de donde se han levantado estas pul- voradas del Dorado , fué de esta suerte. Recien poblada la ciudad de San Francisco del Quito por el capitán Sebastian de Belalcázar el año de 1534, siendo adelantado del Perú Don Francisco Pizarro, y su teniente general el Belalcázar, este capitán andando con cuidado, inquiriendo por todos los caminos que podia sin perder ocasión , de todas las tierras y provincias de que pudiese tener noticias, entre los demás Indios de quien se andaba informando, las tuvo de que habia allí en la ciudad un forastero, y preguntándole por su tierra , dijo , que se llamaba Muizquitá i su cacique Bogotá, que es como hemos dicho este Nuevo Reyno de Granada , que los Españoles le llamaron Bogotá. Y preguntándole si en su tierra habia de aquel metal que le mostraba , que era oro, respondió ser mucha la cantidad que habia i de esmeraldas, que él nombraba en su lengua piedras verdes. Y añadió que habia una laguna en la tierra de su cacique , donde él entraba algunas veces al año en unas balsas bien hechas al medio de ella, yendo en cueros, pero todo el cuerpo lleno desde la cabeza á los pies y manos, de una trementina mui pegajosa i sobre ella echado mucho oro en polvo fino ; de suerte que quajando de oro toda aquella trementina, se hacia todo una capa ó segundo pellejo de oro , que dán- dole el sol por la mañana que era cuando se hacia este sacrificio i en dia claro, daba grandes resplandores, y entrando así hasta el medio de la laguna, alh hacia sacrificio y ofrenda, arrojando al agua algunas piezas de oro, y esmeral- das con ciertas palabras, que decía. Y haciéndose luego lavar con ciertas yerbas , como jaboneras todo el cuerpo , caia todo el oro que traía á cuestas en el agua : con que se acababa el sacrificio , y se salía de la laguna , y vestía sus mantas. Fué esta nueva tan apropósito de lo que deseaba Belalcázar y sus soldados , que estaban cebados 67 para mayores descubrimientos con los que iban haciendo en el Perú , que se determinaron luego á hacer este de que daba noticia el Indio. Y confiriendo entre ellos qué nombre le darían para entenderse, y diferenciar aquella pro- vincia de las demás de sus conquistas, determinaron llamarle la Provincia del Dorado, que fué como decir: llámese aquella la provincia donde vá á ofrecer sus sacrificios aquel hombre ó cacique con el cuerpo dorado. Esta es la raiz y tronco de donde han salido por el mundo las extendidas ramas de la fama del Dorado ; y fuera de esto todo lo demás es pura ficción y nombre sin cosa sobre que caiga, sí no es que lo fingen donde lo pone el deseo que tienen de hallar tanto oro , que puedan dorarse como el otro cacique , y así poder llamar á la tierra que tan abundantemente se descubriese, otro Dorado; y de esta suerte irlos multiplicando hasta los que quisieren , de que ya dejamos tra- tado en nuestra Primera Parte. 3« Pero para que sepa el lector de fundamento, el que el ludio tuvo para decir lo que dijo de esta su tierra de Bogotá, habré de hacer aquí una forzosa digresión, en que se dirá á dónde y cómo se hacia aquel ofrecimiento det Dorado, según mas cierta opinión ; con que se hallará aquí consecutivo, uno tras otro, sin atormentar el deseo, mientras no lo halla escrito, y yo quedaré ya desocupado , para cuando llegue á parte donde me será forzoso decirlo, no pudiéndome escusar por ser cosa de consideración de esta historia. Pues para que mejor se entienda la que aquí hai , digo , que entre las demás supersticiones que tenían los Indios de este Nuevo Reyuo (de que después ha- blaré muí largo) en ofrecer sacrificios á sus fingidos i falsos dioses, sino por- que el demonio, cuyas eran las trazas por donde estos miserables se goberna- ban , se las tenia dadas , de manera que lo honrasen á él en las aguas , que- riendo con su depravada voluntad igualarse con esto con Dios, que tanto se dá por honrado i servido en las aguas , como lo dio á entender luego á los pri- meros pasos de la creación del mundo , quando el espíritu del Señor anduvo sobre las aguas * : también quiere que lo bendigan todas las aguas del mar, fuentes, y ríos, y al fin quizo ser honrado con las aguas del baptísmo, orde- nando que ellas fuesen instrumento con que saliesen las almas del poder del demonio, y se escribiesen y alistasen debajo sus banderas de Cristo, por la gracia que allí reciben. CAPITULO 11. 1. Descúbrese la Laguna de Guatabita. 2. Ahógase la Cacica en la Laguna ; y cuéntase la hechizeria para sacar- la con unas Niñas que también se ahogaren, * Génesis cap. II. 68 3. Ofrendas y qtie se hadan en la Laguna; y Adtdterio de la Calcica y y su castigo. 4. Segunda hechizería para sacar la Niña : la sacan muerta, y la vuelven al agua. \, Lo qual así determinado por el demonio y obedecido por ellos, hacían estas ofrendas, no en qualesquiera aguas, sino en aquellas que parecía había alguna particular razón , por ser extraordinario su sitio , asiento ó disposición, como en partes extraordinarias de ríos, como lo hacían en una parte peñascosa del de Boza, quando pasa por cerca de un cerro que llaman del Tabaco, dos leguas y media de esta ciudad de Santafé ; en lagunas de sitios y puestos pere- grinos, como se hacia en una que está cerca de este pozo del rio, en la mitad de tierra que hai desde él al pueblo de Suacha. Llaman á este puesto Bochacio (ó Bazazio). Pero entre todas estas partes el mas frecuentado y fa- moso adoratorio fué la laguna que llaman de Guatabita , que está una legua poco mas del pueblo así llamado, de quien ya dejamos dicho algo. Esta laguna tiene mil razones de las que los Indios buscaban, y el demonio pedia {^ra hacer en ella sus ofrecimientos. Porque está en la cumbre de unos muy altos cerros á la parte del Norte respecto del pueblo. Causase de unas fontezuelas ó mantíalejos, que salen de lo alto del cerro, que la sobrepuja, que marcarán por todos como un brazo de agua , que es la que de ordinario sale de la la- guna, ó poca mas; aunque puede ser tenga otros manantiales dentro de agua, que aun no se ha podido saber por ser tan profunda : la qual no tiene de an- cho en redondo , aunque un poco ovalada , mas de un tiro largo de piedra. A la redonda subirá desde el agua otro tanto por lo mas alto, porque no están parejas las cumbres, que la cercan. Algunos árboles bajos, como los consiente la frialdad del páramo donde está, cercan sus riveras de sus aguas claras, aun- que no gustosas, por picar un poco en sabor de agua de bomba. %. Aquí pues, como en lugar acomodado de los que el demonio pedia, se solían hacer algunos ofrecimientos con el modo que él les tenía ordenado ; el qual se solía aparecer en las mismas aguas en figura de un dragoncillo , ó culebra grande. Y en apareciendo le habían de ofrecer algún oro, ó esmeral- das, para lo qual estaban con vigilancia los Xeques aguardando en unas cho- zuelas á la vera del agua. Duraron estos ofrecimenlos , que no eran muí en grueso, hasta que se aumentaron después con lo que sucedió á la muger del Cacique Guatabita. El que en tiempos muy atrazados , quando todos los caci- ques gozaban libremente de su señorío, antes que el Bogotá tiránicamente los sugetase, era el mas poderoso señor, que había en el Reyno de los Moscas, re- conociéndole superioridad muchos caciques sus convecinos, no por motivo de tiranía y servidumbre, como después sucedió con el Bogotá, sino por un res- peto i reverencia, que le tenían como á mayor Señor, y de mayor línage, sangre , y prendas. Sucedió pues en aquella edad , que entre las mugeres que 69 tenia, estabn una de tan buenas partes en sangre y hermosura, que así co- mo en esta excedía á las demás, también les excedía en la estimación que hacía de ella el Guatabita. Lo qual no advirtiendo la Cacica como debiera, hízole traición con un caballero de la corte, y no tan en secreto que no llegara á los oídos del marido ; el qual puso tan buenas diligencias en haber á las manos el adúltero, que presto le cayó en ellas, y desde aquellas en aquel cruel tormento de muerte, que usaban en t^les casos, como era empalarlos, habiéndoles primero hecho cortar las partes de la puridad , con las quales quizo castigar á la muger, sin darle otro castigo, que dárselas á comer guisadas en los comístrages que ellos usaban , en una fiesta que se hizo , por ventura , solo para el propósito, en público, por serlo ya tanto el delito. De que fueron tan grandes los sentimientos de la muger, que no liubieran sido mayores si hubiera pasado por la pena del agresor ; á que se añadieron otros no menores, can- tando el delito los Indios en sus borracheras y corras , no solo en el cercado y casa del cacique, á la vista y oídos de la muger, sino en los de todos sus vasallos, ordenándolo así el Guatabita, para escarmiento de las demás mugeres jjjj^astigo de la adúltera. 3. En la qual fueron creciendo todos los sentimientos de estas fiestas amargas para ella, que por huir de ellas, trató de huir de esta vida con des- esperación, para entrar en mayores tormentos en la otra. Y así un día que halló la ocasión que deseaba, se salió del cercado y casas de su marido, á des- hora con el mayor secreto que pudo, sin -llevar consigo mas que una mucha- cha que llevaba cargada una hija que habia parido poco había, de su marido el cacique, y caminando á la laguna, apenas hubo llegado, quando por no ser sentida de los Xeques, que estaban á la redonda en sus chozuelas, arrojó las niñas al agua, y ella tras ellas, donde se ahogaron, y fueron a pique sin po- derlas remediar los Mohanes que salieron de sus cabanas al golpe, que oyeron en el agua; aunque conocieron luego, por ser de día, quien era la que se habia ahogado. Y así viendo que no tenia ya aquello remedio, partió uno de ellos á mayor correr, á dar aviso al cacique del desgraciado suceso; el qual par- tiendo al mismo paso para la laguna con ansias mortales, por no haberse per- suadido que los sentimientos hubiesen traído á tal estado á su muger que hi- ciese aquello, y por la desgracia de su hija, luego que llegó, y no las vido, por haberse ya sumido los cuerpos que pretendía sacar si estuviesen sobre- aguados, mandó á uno el mayor hechicero de los Xeques, que hiciese como sacar á su muger é hija de aquel lago. El Xeque trató luego con sus vanas ceremonias y supersticiones de poner por obra lo que se le ordenaba» Para lo qual mandó luego encender lumbre á la lengua del agua, y poner en las brasas unos guijarros pelados, hasta que quedasen como las demás brasas. Y estándolo ya, y él desnudo, echólos en el agua, y él tras ellos, hasta que sa- lió solo, como entró, diciendo que habia hallado á la cacica viva, embuste que el demonio le puso en la imaginación, y que estaba en unas casas y cercado 6* 70 mejor que el que dejaba en Guatabita, y tenia el dragoncillo en las faldas, estando allí con tanto gusto, que aunque la había dicho de parte de su marido el que tendría en que saliese, y que ya no trataría mas del caso pasado, no estaba de ese parecer; pues ya había hallado descanso de sus trabajos, á que no quería volver, pues él había sido causa de que le dajasen ella y su hija, á la qual criaría allí donde estaba, para que la tuviese compañía. 4. No se aquietó el Cacique con el recado del Xeque ; así diciéndole que le sacara siquiera á su hija, se la hizo buscar otra vez. Con los mismos gui- jarros hechos ascuas repitió la ceremonia zabulléndose ; y volviendo á salir, trajo el cuerpo de la niña muerta, y sacados los ojos, diciendo, se los había sacado el dragoncillo estando todavía en las faldas de la madre, para que no siendo la niña con ojos, ni alma de provecho para los hombres de esta vida, la volvie- sen á enviar á la otra con su madre, que la quedaba aguardando. A que ac- cedió el Cacique, por entender así lo ordenaba el dragoncillo, á quien él reve- renciaba tanto; y así le mandó volver á echar el cuerpezuelo en la laguna, donde luego se hundió, quedando el Guatabita sin poder consolarse en nada, por lo mucho que quería á la hija y madre, no obstante lo que había usl con él. CAPITULO III. 1. Aparécese el demonio en figura de la Cacica^ para confirmarlos en sus Supersticiones, y el modo que teman de hacerlas. 2. Echóse mucho oro en la laguna quando se supo la llegada de los Es- pañoles. 3. El desagüe, qtce le hizo Antofíio de Sepálveda, para sacar el oro , y en lo que paró, \. No fué perezosa la fama en divulgar por toda la tierra este supuesto así en lo que tuvo verdad, como en lo fabuloso y mentira, como lo era el de- cirse estaba la cacica viva, después de haber muerto en las aguas de la lagu- na; lo qual se creyó con la 'facilidad que la verdad del caso. Porque el ene- migo de ella disponía los ánimos á que se persuadíesea á ello: con que también lo quedaron de ser verdad lo que ya les tenia introducido, de que después de muertos, había otra vida, donde comían y bebían, y eran servidos de sus cria- dos como en esta. Por donde se venían á perder mas temprano tantas almas, como eran las de aquellos criados y criadas que enterraban consigo vivos, los caciques y señores, demás de sus comidas y bebidas, armas, vestidos y telas, con que se hacen otros en rompiéndose aquellos con que los enterraban. Luego comenzaron á tomar fuerza los sacrificios que se hacían en la laguna , yendo con ellos allí en todas las necesidades, pareciéudoles á los vasallos de Guata- 71 bita, que pues estaba allí viva su cacica, se las remediaria; y lo mismo Iiaciaii los que no lo eran, á quien liabia llegado esta fama, que fué por largas tierras, viniendo de todas con sus oblaciones á la laguna. Y así habia muchas carre- ras ó caminos anchos, que estos Indios usaban para ir á sus santuarios, que llegaban á la laguna, y cada pueblo tenia y conocía el suyo, que guiaba desde aquella parte por donde venían, como el de Tunja, ó Ghocontá, Ubaté, Bogotá, etc. por donde entraban á echar sus sacriíicios, que venían hechos desde me- dia legua antes de llegar á la laguna, como los hallaron los Españoles, y aun hoy se conocen, y yo los he visto. Los sacrificios se hacen por medio de los Xeques. El demonio viendo lo bien que le habia salido la traza, para asegu- rarlos mas en aquellas vanas supersticiones, se aparecía de quando en quando sobre las aguas de la laguna, en figura, gesto i talle de la cacica, desnuda de medio para arriba, y de allí para abajo ceñida de una manta de algodón colo- rada; y diciendo algunas cosas que habían de suceder de las que penden de las disposiciones y causas naturales, que él también conoce, como que habia de haber secas, hambres, enfermedades, muertes de tal ó tal cacique que es- taba enfermo; desaparecíase quedando los miserables persuadidos en que la ca- cica era la poderosa para enviar; ó quitar por su mano aquello que habia he- cho, y veian, que sucedía. Conque no perdonaban al buen oro, joyas, esme- raldas, comidas, y otras cosas, que no ofreciesen en sus necesidades, usando de esta ceremonia en el ofrecimiento. Tomaban dos cuerdas, que pudiesen atra- vesar la laguna por el medio, y cruzándolas de una parte á otra, en la cruz que hacían , se venía á conocer el medio ó centro de laguna , á donde iban los Xeques i la persona que hacia el ofrecimiento, en unas balsas, que son de hazes de eneas ó espadañas secas, juntos, atados unos con otros, ó de palos con que se hace un modo de barca, donde pueden ir tres, quatro ó mas per- sonas, según son de anchas i largas, con que también se pasan ios ríos donde no hai puentes. Con estas llegaban pues al medio de las aguas de la laguna; y allí con ciertas palabras y ceremonias echaban en ellas las ofrendas, menores ó mayores, según para la necesidad que se hacia, y el posible del que la hacia; viniendo á ser algunas de tanto valor, como hemos dicho en el capítulo antes del pasado, número 2, hacia el cacique de Guatabíla, dorándose el cuerpo; por donde vino á decir el Indio de la ciudad de. Quito, lo que dyo, y los Es- pañoles á ponerle á esta provincia el nombre del Dorado. 2. Y porque Concluyamos lo que hai que decir de esta laguna, digo, que como este era su principal santuario y común de toda la tierra; y aun hai quien diga haber visto entierro de algunos caciques, mandando quando morían echar en aquellas aguas sus cuerpos con sus riquezas, quando se fué divulgando que entraban unos hombres barbudos, y buscaban con cuidado el oro entre los Indios, sacaron muchos el que tenían guardado, llevándolo, y ofreciéndolo en la laguna, ó rogando con aquel sacrificio que les librase la cacica de aquel- los hombres que entraban por sus tierras, como de las plagas que les solían 72 venir; ó queriendo mas tenerlo olrecído en su santuario que en sus casas, á peligro que lo hubiesen á las manos los Españoles. Hicieron esto algunos en tanta cantidad de oro, que solo el cacique del pueblo de Simijaca echó en la laguna quarenta cargas, que llevaron quarenta Indios desde el pueblo á la la- guna, como se verificó de ellos mismos y del cacique, sobrino y sucesor en el cacicazgo, al qual lo envió, que fué el que iba con los Indios que lo llevaban, y lanzó en la laguna, que cuando menos serian quarenta quintales de oro fino. Tomóse motivo para averiguar esta verdad, de que el encomendero del pueblo, que es el capitán Gonzalo de León Venero, persuadiendo al cacique que se llamaba Don Alonso, que le mostrara algunos santuarios, pues era mejor ser- virse del oro, que tenerle en ellos sin provecho ofrecido al demonio, le res- pondió el Indio de amistad y con secreto, que si desaguaba la laguna de Gua- tabíta, sacaría infinitas riquezas, porque su tio solo habia enviado con él las cargas de oro referidas. De que se hizo averiguación ser asi, y haber hecho otros muchos lo mismo, unos con mas otros con menos. 3. De cuya fama movidos muchos de los soldados que descubrieron la tierra, intentaron desaguar la laguna, como lo puso en ejecución el capitán Lá- zaro Fonte, después que salió de las borrascas en que se vido; aunque como no fué mucho el caudal conque lo intentó, no pudieron ser las diligencias que eran menester para conseguir el efecto, con provecho. Y así con menos ,de esto que de gasto, dio de mano á la labor; aunque no faltó quien la pasase adelante mas de propósito, por hallarse con mas caudal y suficiente á su pa- recer para hacer el desagüe, pareciéndole no poderlo emplear en cosa de mayor ganancia que en la que esperaba sacar de la laguna. Y así determinóse á esto un Antonio de Sepúlveda, mercader de esta ciudad de Santa Fé. Pasó desde aquí en España por los años de 15S0, donde sacó del concejo una cédula con ciertas condiciones, para poder él, y no otro, desaguar la laguna, y que se le diese de la real audiencia todo el favor que fuese necesario, y los Indios que pidiese para la labor del desagüe. El cual se pasó á hacer luego que fué de vuelta de España muy de propósito, haciendo casas junto á la laguna, y un barco para ella, desde donde sondaba la altura, que se halló ser, por medio, de 25 brazas. Juntó luego muchos Indios gastadores, que tomando las zanjas desde la altura, que pareció á los ingenieros bastaba, las iban siguiendo con mil dificultades, que se ponian delante de grandes peñas. Con que se comenzó á descubrir luego, ser la dificultad mayor que lo que se entendía; aunque rom- piendo por todo con grandes gastos de herramientas y vino, por ser la tierra de fríos páramos, y no poder los Indios de otra suerte sufrir el trabajo, se fué llegando el desmonte de los dos cerros, que tiene á los lados el desaguadero de la laguna, á donde yendo cortando la una y la otra parte del cerro, y apuntalando, ó ademando con maderos mui gruesos, se comenzó á abrir boca al desaguadero; de manera que ya iba vaciando mas de lo ordinario, y de- Jando descubrirse sus orillas, donde iban hallando algunas joyas de oro de mil 73 hechuras, — chagualas, ó patenas, sierpezuelas, águilas, esmeraldas, que saca- ban de entre la lama y cieno que se iba descubriendo. Y la razón porque las hallaban, era, porque no todos entraban á ofrecer al medio de la laguna, quan- do eran de poco precio los ofrecimientos, sino desde fuera del agua las ofre- cían por las orillas. Al fin, aquello poco que allí hallaban, daba al Sepúlveda ánimo de pasar adelante con la esperanza de sacar lo que gastaba, y mucho mas, como fuera sin duda, si su caudal hubiera sustentado la labor que fué menester: porque á cada desagüe que iban dando, se hallaban, mayores i mas ricas piezas de oro, y esmeraldas, y tal vez sacaron una como un huevo, una mitra i báculo de obispo hecha de planchas de oro, y el báculo aforrado de las mismas canoillas y otras joyas; que fué todo hasta en cantidad de cinco ó seis mil ducados, que iban metiendo en la caja real, por haber sido una de las condiciones conque se le habia dado la licencia, para que se partiese des- pués de junto todo lo que se sacase por mitad al mercader i la caja, habién- dole pagado la costa, de la cual no habia de poner el rey alguna. Al fín siendo mas la que hacia, que lo que podia su bolsa, sucedió que no teniendo bien puntalados los cortes del desagüe, y sobreviniendo muchas aguas del invierno, dieron abajo la una i la otra banda de las barrancas, volviendo á cegar la sa- lida del agua en tiempo que ya no alcanzó el caudal del mercader á volver á limpiar, la tierra. Y así le fué forzoso dejar la ranchería y labor, y irse á mo- rir á un hospital, sin haberle quedado caudal para otra cosa, ni haber habido después quien se atreva á tomar entre manos la empresa de propósito. Véase ademas sobre el desagüe de José Ignacio París el viaje de Coch- rane vol. II p. 4 93 — 208, i la vista del lago en las „Vues de Gordilléres etc. par Humboldt" pl. 60 de la edición en folio i 49 de la en 8vo. Bibliografía arqueolójica de América ; algunos libros necesarios al arqueólogo Americano. 1. Vues de Cordilléres et Monuments des peuples ladigénes de l'Amérique par Ahxandre de Humboldt, Paris \%\0. fol. 2. Memoir on Ihe Antiquities of Ihe Western parts of the state of New York. By de Witt Clinton. Albany 4 84 8. 8vo. 3. Colección de las Antigüedades Mexicanas que ecsisten en el Museo Nacional y dan á luz Isidoro Icaza é Isidoro Condra. Litografiadas por Fe- derico Waldeck, é impresas por Pedro Robert. México 4 827. fol. k. Antiquities of México : comprising Fac - similes of ancient Mexican Paintings and Hieroglyphies etc. By Lord Kingshorough, London 4 834 — 4 848. 9 vols. fol. 5. Descripción histórica y cronológica de las dos Piedras que con ocasión del nuevo empedrado que se está formando en la plaza principal de México se hallaron en ella el ano 4 790 etc. Parte I. por \}. Antonio de León y Gama, Parte II. por Carlos Maria de Bustamante. México 4 832. 4to. 2* ed. 6. Antiquités Mexicaines. Relation des trois Expéditions du Gapitain Dupaix, ordonnées en 4 805, 4 806 et 4 807, pour la recherche des Antiquités du Pays. Con artículos por Alexandre Lenoir, IVarden, Farcy, de St. Priest y adicionadas por Barradere, Paris 4 820 — 34. fol. 2 vols. 7. Biography and History of the Indians of North America from its discovery to the present time, with an account of their Antiquities, Manners and Cusloms , Religión and Laws. By Samuel G. Drake. Boston 4 836. 5« ed. 8vo. 8. Voyagc pittoresque et Archéologique dans la Province de Yucatán (Amerique Céntrale) pendant les années 4 834 et 4 836. Par Frederick de Wa^ deck. Paris 4 838. fol. 9. Voyage dans l'Amérique Méridionale par Alcide d^Orbigny. Partie Histo- rique — Antiquités. Paris 4 835 — 44. 3 vols. 4to. 76 10. Description of Ihe Ruins of an ancient City, discovered near Palenque, in tlie Kingdom of Guatemala , in Spanish America ; translated from the original MS. reporl of Captatn Don Antonio del Rio: followed by Teatro Critico Americano, or, a critical investigation and research into the llistory of the Americans by Dr. Paul Félix Cabrera^ of the city of Guatemala. London 1822. 4to. M Lám. 11. An Inquiry into the origin of the Antiquilies of America. By John Déla- Jield, Cincinati 1839. 4lo. 12. Incidents of Travel in Central America, Chiapas and Yucatán. By John L, Stephens, New York 1842. 2 vols. 8vo. 13. Travels in Central America. By John L, Stephens, New York. 2 vols. 8vo. 14. American Antíquities and Researches into the Origin and History of the red race. By Alexander IV. Bradford, New York 1841. 8vo. 15. Views of Ancient Monuments in Central America, Chiapas and Yucatán. By F, Catherwood , Architect. With letter-press description by J. L. Stephens. 1844. fol. 25 láminas. 16. The Ancient Monuments of the Mississipi valley. By E, G. Squier and E. H. Dams. New York 1848. 4to. 17. Travels in Central America, particularly in Nicaragua by E. 6r. Squier, New York 1852. 2 vols. 8vo. 18. Antigüedades Peruanas. Por Mariano E. de Rivero y Juan Diego de Tschudi, Viena 1851, 4to. i Atlas en fol. [Las láminas XXXIX á XLII representan Antigüedades de Timaná, en la Nueva Granada.] 19. Historia física y política de Chile. Por Claudio Gay, Paris. Texto en 8vo. Atlas en fol. del cual algunas lám. sobre las Antigüedades. 20. Expédition scientifique dans les parties Centrales de TAraerique du Sud, de Rio de Janeiro á Lima et de Lima a Para. Sous la direction de Francis de Castelnau, S"*® Part. Antiquités des Incas et autres Pcu- ples Anciens. Paris 1852. 4to. GÓTTINGEN, IMPRENTA DE E. A. HUTH. TimjosNeo granadinos. r^ i^ Laiiiiiiii U Cráneos líeo-^raiiadmos. LaiuiíinlU Hecpptát'iilo ]mrH «ro Lüiriil^Htl liel tíunHMii natura]. Ljiíiiiiiíi I\' ♦ m yiefiin un liítpiíerrpti/iei/e» ifiltuf'oe eU £.7'rieore/i£a Antigiitídailes Neo-^ríuiniliiias. 3 6105 038 716 390 DATE DUE -• STANFORD UNIVERSITY LIBRARES STANFORD, CALIFORNIA 94305 r